Debajo de la cama, dentro de los armarios, escondidos en el jardín, los duendes y los alebrijes observan cautelosos, esperando dar un soplo de vida a quien se cruce frente a ellos.
El mundo del crepúsculo, su hogar, una fantasía para todo ser humano, un mero cuento de hadas. Debajo de la cama, dentro de los armarios y escondidos en el jardín los vi… Los había de todos los tamaños, y cada mes se presentaba una pareja diferente. Rostros familiares, animales de compañía, elixir de vida… – Son duendes y alebrijes, no tengo duda – pensé. Llenos de colores, rosas, amarillos, verdes, naranjas, con cuerpo de dragones, perros y libélulas, brillantes y cautivadores los alebrijes te observan, y a su lado, como extraídos de un cuento de hadas narrado en horas nocturnas, un ser diminuto, vestido de azul, o verde, más nunca de rojo, la nariz tan prominente que parecía ser toda la cara, serios y paternales, los duendes te observan.
Nadie me creyó cuando vi uno. Nadie me creyó. “Tiene una imaginación muy viva” – decían. Pero ellos que iban a saber, nunca estaban. Por las noches, corría a mi ventana, esperando ver el destello de luz azul, cálido, brillante e irreal, que acompañaba dos pares de ojos serenos y dos sonrisas protectoras. De duendes y alebrijes se forma la infancia. De duendes y alebrijes aprendí a vivir.
Nunca hable con ellos. Nuestros encuentros estaban limitados a observarnos, de vez en cuando, volaban y hacían alguna machinpueca extravagante esperando arquear mis labios y secar el agua de mis ojos.
“Tiene una imaginación muy viva”, a veces los adultos no saben lo que dicen, han olvidado, yo lo sé, los han olvidado. Llenan sus mentes de problemas y preguntas existenciales que nunca podrán responder, y olvidan. y se van, azotan la puerta y se marchan a buscar una vida diferente, se largan con la promesa de regresar con un mejor futuro, se van.
Solo, con dudas – ¿estoy creciendo? No quiero olvidar, no me quiero ir… ¿Es que acaso es una evolución inevitable? Olvidar y añorar cosas como: carros, ropa y casas, ¿para qué quiero eso? ¡Los alebrijes y los duendes no llevan nada encima! – mi mente divaga, como todas las noches, efecto inevitable de la soledad.
De duendes y alebrijes olvidados… Hace más de cinco años que no los veo, danzando en el cielo, como si la muerte y la vida siguieran el son de un tango, elegante, sencillo y fluido. De duendes y alebrijes aprendemos, de duendes y alebrijes aprendí, es mejor llorar y esperar, que irse y no volver.
Espero volver a verlos. no hay noche en la que no me asome a la bóveda celeste teñida de plata, esperando ver el destello azul. No hay noche que los olvide. No hay noche que no llore. Los vi, y no hay amanecer que no recuerde aquel brillo azul que arquea mis labios, y seca el agua de mis ojos.
De duendes y alebrijes me rodeé, comprendí. No son solo criaturas nocturnas, el abandono no es una práctica regular para ellos, rostros familiares, abrazos conocidos, cejas, ojos, boca y uno que otro animal de compañía. De duendes y alebrijes soñamos, de duendes y alebrijes recordamos, debajo de la cama, dentro del armario, escondidos en el jardín, a una cuadra del mercado, en un salón de clases, en las calles más concurridas, los duendes y los alebrijes andan haciendo machinpuecas esperando arquear nuestros labios y secar el agua de nuestros ojos. Mente inquieta, imaginación viva, necesarias para verlos.
Espero los recuerdes.
OPINIONES Y COMENTARIOS