La noche estaba clara, Fabián, estaba clara de verdad. Y tu amor no estaba allí, Fabián, pero la noche estaba clara. Y el café se mezclaba con el cigarrillo, y el cigarrillo con el alcohol. Había voces y no llanto, Fabián. La noche estaba clara, y tu voz, amor… Tu voz ya no la hallaba.

Fabián, no escribiste hoy. Y el café se enfrió mientras fumaba, y el cigarro se acabó. Se acabó el cigarro y la noche está oscureciendo. Y esta botella maldita me arde en el corazón, como me arde la ausencia de tus besos, como me ardieron tus manos sobre toda mi piel. Fabián, la noche está oscura. Oscura de lágrimas y de luz. Fabián, la noche está oscura de tanto dolor. Esas flores azules que dejaste guindadas en el balcón, ya no son más que muerte impresa en la pared, muerte a la vista de la casa vecina. Fabián, olvidaste venir a regarlas como lo prometiste. Pero así sueles ser, no por malo, no por mentiroso, sino tonto olvidadizo. Olvidaste que me amabas, olvidaste el para-siempre. Pero yo no olvido, Fabián, yo no. Yo sí me quedé esperándote por las noches, y cada noche te esperaré. Cada noche con tu café. Cada noche con mi cigarro. Cada noche mi vodka será mi amigo, que me lastima porque no estás. Porque no estás y la noche oscurece aun más, Fabián.

Y aunque no estés, estás, Fabián. Estás en todas las llamadas que hago a tu celular sabiendo que no contestarás. Estás en cada colilla de cigarro en mi habitación. En cada poema de desamor. En cada canción, en cada suspiro de añoranza, en cada lágrima que habita en el papelito en el que me escribiste que me amabas antes de besarme aquella noche en la plaza y pedirme que jamás me fuera, que jamás te hiciera llorar. Y mira, Fabián, ¡cómo ha oscurecido la noche!

La noche está terminando junto a un cigarrillo más. Ya limpié las manchas, y me eché a llorar. Ya oculté las pruebas, ya le mentí a Mamá. Tan solo fue otra noche, Fabián amado. Ahora que el Sol se acerca, podré dormir en paz.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS