Sobre aquella maquinaria se encontraba sentado. 

Aquel que se dice creó la conciencia. 

El ser de los cuatro rostros. 

Aquel de ocho ojos. 

Con veinticuatro conciencias. 

Y con sus pies siempre en el aire. 

Pues la tierra no es digna de su presencia. 

Una de sus cuatro bocas emitía sonidos perturbadores para el hombre. 

Un sonido divino pero incomprendido. 

Una lengua antigua. 

Lengua de fuego. 

Estábamos a su voluntad, soportando el sonido. 

Salieron cuatro brazos y cuatro copas. 

Tomando así, la sangre de los condenados. 

Veinticuatro conciencias abrieron los ojos. 

Cuatro bocas emitían sonidos más intensos. 

Aquellos brazos con copas vacías, se guardaron. 

Los hombres no estaban preparados. 

No pudieron comprender las palabras de las cuatro bocas.  

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