Una corrida en calle Estafeta

Una corrida en calle Estafeta

  • -¡No me gustan los toros! – espetó Alicia viendo el espectáculo a través de la ventana.
  • -Shht! ¡No lo digas! – Richard le silenció– ¡Aquí pronunciar estas palabras es un sacrilegio! Además… ¿a quién le importan los toros teniendo sexo y alcohol? – se le acercó con su mirada de lince cazador.
  • -¡Esta fiesta tiene sus orígenes y su historia, nada que ver con lo que le ha vendido tu compatriota Hemingway al mundo!… – decía ella indignada, lo que le hacía ver todavía más hermosa que el día que se conocieron.

Desde el fondo de la habitación Nagore, sentada en el banco debajo de la ventana, observaba pacientemente la acalorada discusión entre aquellos dos desnudos. Con el rabito del ojo a la vez seguía el espectáculo que sucedía a su izquierda, en la calle: toros y personas corriendo uno tras otro…siendo vegetariana y nacida en Pamplona no sabía ni qué decir sobre la fiesta. De lo que sí tenía una opinión firme era sobre los bancos debajo de la ventana: siempre le habían gustado, se podía observar todo con gran perspectiva: en frente estaba Richard, su marido, quien por fin le tapó la boca a la protestona de Alicia con un bozal y tras una mirada de aprobación de su esposa se dispuso a hacer gozar a la chica, desconocida hasta hace unos orgasmos, quien obedeció poniéndose cada vez más húmeda.

Nuestra observadora también estaba desnuda, salvo por los rizos que cubrían su generoso pecho, mordía una jugosa manzana bocado a bocado, entre sus pensamientos y los gemidos de aquellos dos que estaban revolcándose en la cama. Estaba viendo a su marido follarse a otra…la sonrisa malévola que se dibujó en su cara delató que esto no le molestaba ¡en absoluto! de hecho, le ponía y mucho. El morbo es así, no entiende de razones ni de explicaciones, simplemente aparece y despierta en uno los instintos más primitivos y animales que la sociedad sin éxito intenta domar con cada uno de sus dogmas. Ahora tenía miedo, le asustaba lo mucho que deseaba a Alicia, más en concreto a sus manos… esas manos fuertes y hábiles…tan maravillosamente femeninas. Cerró los ojos y recordó cómo empezó todo: ¡Todo por culpa de Richard! Como siempre…

-Quiero un filete! -dijo mientras caminaban por un callejón de Pamplona- Nagore como buena esposa, perdidamente enamorada su inglés carnívoro, entró en la primera carnicería para complacerle…aunque era vegetariana… Richard siguió su camino para explorar la bella ciudad.

Allí estaba ella: Alicia, quien manejaba el cuchillo con una maestría hipnótica. Nagore permaneció un largo rato allí de pie observándola, mientras la joven, entre golpes de cuchillo y miradas confusas, atendía a toda la clientela. Era una chica con cabello claro, ojos traviesos y de color azul profundo.Finalmente se armó de valor y hablaron…le preguntó por lugares dónde le recomendaría ir, le invitó e insinuó que sería mejor que fueran juntas. Llamaron a Richard y juntos exploraron varios lugares ricos en gastronomía y risas. Él pagó las copas encantado y dejándose llevar entre chupitos y bebidas varias, terminaron en la habitación de un piso alquilado los tres…y sin su filete.

Aquí y ahora la joven de cabello rizado se mordía el labio, se tocó sus partes y apretó los muslos haciendo memoria de cómo las manos y lengua de la carnicera habían explorado la noche anterior todos los puntos de la A a la Z de su sexualidad. En este instante en la vieja radio de la habitación empezó a sonar Animals de Maroon 5, a Nagore siempre le había molado mucho el vocalista: Adam Levine. Era su fantasía insatisfecha, hacérselo con él. La situación gritaba sexo por todos los costados, no se pudo aguantar más y se deslizó decididamente hacia la cama, dónde estaba la verdadera fiesta, mientras, su Adam imaginario tomó su lugar en el banco debajo de la ventana para observar…

Fue directa hacia Alicia y dio libertad a su boca para empezar a besarle. Despacio las manos de la joven se hundieron en su húmedo sexo suavemente hasta que ésta empezó a perder fuerza en brazos y piernas. Richard le sostuvo por detrás mientras Alicia tomaba el control y ataba un cinturón, que medio en broma compraron la tarde anterior en un Sex Shop con el que posteriormente sería poseída por Nagore.

Así permanecieron los tres: Alicia debajo volviéndose loca por Nagore, quien no paraba de besarla desenfrenadamente, la unión de ambas era inigualable, Richard se encargaba de penetrar a su esposa por detrás…había un cruce de manos y cuerpos tan grande que no se sabía a quién pertenecía cada uno.

Él le mordió la nuca y Nagore abrió los ojos para invitar a su fantasía, Adam, a unirse a la fiesta. Quien sin permiso embistió por detrás a su marido, justo en este momento, Richard, como si leyera la mente de su mujer, reaccionó y empezó penetrarla más salvajemente. Aquello era una locura: los gemidos y los placeres de todos traspasaban la frontera de lo real y lo imaginario. El vaivén de sus cuerpos se mezcló con los gritos de fuera y en el momento del climax gritaron TODOS… ¡fue apoteósico!

Los tres se tiraron sobre la cama rendidos y sin fuerzas, mientras poco a poco volvían a la realidad. Sólo se escuchaba el latir de sus corazones intentando salir de sus pechos calientes y sudorosos. Y la vieja radio que musicalizaba el ambiente.

Richard miró a su esposa convencido de que era la mujer de su vida, Alicia no sabía cómo sentirse aparte de cansada, entonces Nagore estalló en risas como si estuviera poseída: Ella, una vegetariana nacida de familia Navarra, se fue a Londres hace varios inviernos para tener un futuro mejor y terminó casándose con un inglés loco por los toros. Ironías de la vida: aquello de lo que más huimos nos persigue.Y hoy 7 de julio se acababa de enamorar de una carnicera con las manos bonitas. Si sin lugar a dudas aquello que sentía por Alicia no lo había sentido nunca, creo que la gente le llama amor a primera vista.

…A veces la realidad supera la ficción…

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