LA ENTREVISTA

Desde que la secretaria de la Directora General de la compañía me citó el lunes catorce de marzo por la mañana, a las 10:30 para una entrevista, no había dejado de preguntarme el motivo de la misma, si bien la posibilidad de una promoción en mi área o algún reconocimiento, por los éxitos que estábamos cosechando con mi equipo en el último año, se venía barajando hacía unos días.

Había llegado el día y el lugar. La eficiente recepcionista, andando frente a mi mientras me marcaba el camino, me acompañó a la sala de espera, que aparecía luminosa pero fría, tal y como deben de ser esos tan finamente diseñado espacios de las compañías de publicidad, como lo es ésta, MARK & FELLOWS.

-Buenos días señor Tena. En seguida le atenderá la directora. ¿Le apetece un café?

-No ,no , muy amable- agradecí enseñando mi mejor dentadura, temiendo que un café y mi inestable pulso me jugara una mala pasada y pudiera mancharme la flamante corbata amarilla- ¿Quizá he llegado muy pronto…?

-No, no, qué va. La señora Miró le atenderá en seguida. Está terminando una visita.

Me senté en el blanco sofá de piel italiana, suave como el papel de seda, y traté de tranquilizarme, mientras respiraba profundamente y me inspeccionaba las uñas, recolocaba mi pelo y centraba el nudo de mi corbata, que tan esmeradamente me había hecho Nuria, hacía un momento;

-Déjame a mi. A ti te sale siempre torcido.

-Vale…

-Nunca me tocó la lotería…con mi suerte… Igual es un ascenso o una promoción… algo bueno ha de ser. Llevamos un buen año en mi departamento…

-Hombre si, llevas un año lleno de éxito con clientes nuevos. Algo bueno será.

– Me importa que me reconozcan el trabajo bien hecho.

-Ya…

-Te llamaré al acabar, pase lo que pase.

-Vale, estaré pendiente y…trae pan para esta noche que viene a cenar Juan y Nieves.

– Compraré un buen vinito por si acaso celebramos algo.

-Vale…

Sentado en la confortable salita, el recuerdo de esa última conversación con Nuria, la imagen de mi vino preferido en la mente para la noche, el beso de mi mujer en la puerta del ascensor y un anestésico nerviosismo, consiguieron abstraerme del lugar y del momento en que estaba, y me encontré sumido en cierto sopor, del que me hizo volver, con un estúpido sobresalto, una voz que me susurraba “in crescendo”.

-Señor Tena. Señor Tena…¡¡señor Tena!!

-¡¡Ay Ay!! Perdón. Estaba …distraído-me excusé mientras me frotaba discretamente los ojos para acelerar mi vuelta al lugar y disimular esa evasión momentánea-.

-La señora Miró le recibirá en seguida. ¿Me acompaña?

-Vamos.

¡Qué esfuerzo supone levantarse de algunos sofás!.

Parada en la puerta, la secretaria me invitó a entrar en el también luminoso despacho de la Directora General. Lo hice secándome en el pantalón, con disimulo, mi nerviosa mano sudada. El escenario de la ciudad a nuestros pies se mostraba en el gran ventanal. La ejecutiva, tras su mesa de despacho, lucía deslumbrante, lo mismo que su sonrisa, y sus bien puestos cuarenta años, embutidos en un clásico traje-chaqueta a rayas y falda de tubo ajustada. Un excelente peinado y un tirante moño rubio exageraba sus ojos achinados, maquillados con esmero. Se puso de pié, me saludó con un contundente apretón de mano, al tiempo que me ofrecía sentarme en el tresillo del pequeño salón, que complementaba la estancia.

Así lo hice, pero demasiado en el borde del sofá, muy bajo para mis largas piernas. En seguida me arrepentí de tal gesto de inseguridad y traté de corregirlo dejando resbalar mi trasero, disimuladamente, hacia el respaldo, cosa que conseguí pero al hacerlo descoloqué mi camisa y también el perfecto encaje que habían tenido mis pantalones en mi cintura, hasta ese momento.

Deseaba estar a la altura de la excelente compostura de la señora Miró, y no conseguía poner acorde la mía, ya que, desde mi incómoda posición en el sofá, noté un repentino frío en mi pantorrilla y eso me hizo deducir que mis calcetines no la cubrían en ese momento totalmente, y por lo tanto cierto estriptis se debía estar produciendo en la pantorrilla de mi pierna derecha, cosa que me confirmó la mirada despectiva que, hacia esa parte de mi anatomía, lanzó la directora, ella tan envuelta en perfección y elegancia.

Traté de corregir mi desaliño general, mientras profería una ligera tos que disimulara mis gestos.

-Bien, señor Tena…

– Precioso despacho. ¡Qué vista tan bonita!

-¿Eh? … Si. De todas formas los arquitectos diseñan desde su mesa de dibujo y a veces no son conscientes de la realidad y cuando se ponen en práctica sus proyectos…

Realmente de espaldas a ese ventanal, esta mujer, no podía disfrutar de las vistas que sí gozaban sus visitas al sentarse frente a ella.

-Si es cierto. A veces deberían vivir en las casas que diseñan o sentarse en las sillas que dibujan, para hacernos un favor . Ja ,ja.

-Puede ser…bien…dejemos la arquitectura y vayamos a lo nuestro.

-Usted dirá.

-Es de conocimiento general en esta empresa que su departamento ha liderado este año varias campañas publicitarias de mucho éxito y repercusión. El eslogan para BMW de “Te gusta conducir” ha causado un gran impacto y el que realizaron para la cerveza Estrella Galicia de “rematadamente buena” ha sido todo un hallazgo…

No pude por menos que dibujar una sonrisa acompañada de una ligera caída de párpados que disimularan cierto rubor. La cosa iba por buen camino.

-…es por eso –continuó- que la empresa quiere reconocerle a usted como responsable de su equipo, esa exitosa labor y ha decidido…

Ahora venía el aumento de sueldo, seguro.

-…proponerle…

Aumento de sueldo o promoción a director de área – ya me relamía -.

-…que traslade su experiencia a las demás sucursales de la firma y a todos sus trabajadores. Queremos proponerle que escriba usted un libro, un ensayo si usted quiere, sobre la consecución de esas campañas tan exitosas…

Abrí los ojos con asombro y estiré mi cuello, que creció unos centímetros sobre mi camisa, mientras tragaba saliva.

-…en el que describa desde el comienzo del encargo, por parte de nuestros clientes, el nacimiento de la idea, sus borradores y, finalmente, el hallazgo de tan acertados mensajes publicitarios.

-Bueno…, yo…, este… , en realidad…escribir,…

– Contará usted con el asesoramiento de buenos profesionales en la materia. No se preocupe. Para ello hemos pensado matricularle en un prestigioso taller de escritura de esta ciudad. Se encuentra ubicado en la librería Laie, no muy lejos de estas oficinas. Allí recibirá todo tipo de consejos y directrices para que ese libro sea, seguro, un nuevo éxito en su carrera profesional, y para esta compañía.

En esos momentos de la conversación mi boca se había secado completamente y mi lengua aparecía pegada al paladar. Sólo pude articular un tímido:

-Ahá.

La mujer, de pronto, se levantó del sofá, decidida, convirtiendo mi ligera onomatopeya en una afirmación a su proposición, y dando por concluida la conversación, me invitó a seguirla a la puerta de su despacho. Ahí empezó ya su despedida y el agradecimiento, de antemano, a mi colaboración. ¡Vaya reunión!

-Es usted un puntal en nuestro equipo de administradores y publicistas y el relato de sus experiencias y las de su departamento será de gran utilidad a las jóvenes generaciones de trabajadores de la empresa. Recibirá un correo electrónico con los detalles sobre la escuela- taller de la que le he hablado y detalles de su matrícula.

-Gracias – conseguí balbucear- me pondré a ello…

-Espero sus primeros apuntes con interés. Pero no se retrase…

Después de un nuevo y final apretón de manos, ya fuera de su despacho, me dirigí al mío, empezando a imaginar la gestación de ese libro, sin la seguridad de si debía sentirme feliz y agradecido frente a ese reto o todo lo contario, y pensando en cómo le explicaría a Nuria y a mis amigos tan insólito encargo.

Jmrc

22 Noviembre 2016

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