Secuelas
Lástima que no haya billetes para maniquíes. Eso estaba pensando mientras acomodaba lo más preciso en mi añorada mochila. Me costaba trabajo doblarlo todo lo más pequeño posible. Ya mis manos no tenían la destreza de antaño, ni mis brazos la misma fuerza, y todavía no sabía cómo iba a poder llevarla, por eso me...