Lástima que no haya billetes para maniquíes
Lástima que no haya billetes para maniquíes. El vagón del equipaje se me hace canijo y apiñado. Mis cuatro horas vagando han acabado haciéndose seis y esas seis han decidido extenderse hasta el confín más imposible. Los dedos con los que sujeto el portón de la locomotora se han congelado. Los noto inservibles. El sueño...