Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro, que no me podía sentir más dichoso de haberlo construido, un empalizado de hojas de palmera y pandano. Los otros voluntarios habían sugerido los bloques de cemento, que siempre sobraban de los proyectos, para hacerlo más seguro. Una sugerencia desatendida, no había llegado hasta aquí para alejarme de su forma de vida, no existían paredes sólidas en aquellas islas. Y sabía, que la curiosidad de aquellos muchachos, los llevaría a intentar conducir la camioneta algún día. Me sentí feliz al ver las asustadas y sonrientes caras saliendo del intacto vehículo.

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