Cuando admiro la longitud de tus piernas, me prometo que escalaremos juntos el Everest. Cada vez que mis dedos recorren las curvas de tus caderas, juramos que iremos a las montañas de Nueva Zelanda. Cuando me das uno de tus mágicos masajes de espalda, hablas de la sabana africana. La cicatriz de mi barbilla siempre te recuerda el cañón del Colorado. Me pierdo a cada instante en las simas oceánicas de tus ojos aguamarina.

Damos la vuelta al mundo tantas veces, sin salir de la habitación…

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