Me deslizo despacio por entre los siniestros pasillos, recordatorios infames de las más terribles circunstancias y de las más desgarradoras escenas; tan solo mi nombre trazado con tinta negra en la sobrebata me descubre; subo las escaleras con cuidado de no tocar con los guantes el pasamanos; apenas son las 8:00 PM y desde la azotea ya se escucha a la ciudad dormir; las calles desesperadas se sumergen en la tenue oscuridad que en sigilo acecha y justo aquí donde ya nos ha hecho presa, se funde entre los latidos de los monitores de la Terapia que palpitan en cada pared del Centro y nos persiguen en silencio.

Es extraño sentir el viento rompiendo contra mi boca al fin desnuda, aunque sea por tan solo unos 10 minutos, dejando atrás el vapor de la respiración entrecortada que empaña el lente de las gafas. La noche es larga… ha sido larga desde hace ya varios meses… y aquí recostado sobre la verja más allá de la Línea Roja intento dejar a un lado el sueño que violentamente me guía por los cálidos espacios de mi habitación un tanto desconocida, espero atentamente entre las sombras y mis propios recuerdos desahuciados… tengo la extraña sensación de que aún a pesar de la hora… de que aun a pesar del cansancio… el amanecer está cerca.

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