Por mi ventana lo que veo ahora mismo es un trozo de cielo azul
pálido atravesado por una nube muy difusa que ni siquiera es gris
oscura. A la mitad está la línea que parece oblicua pero que es
casi horizontal, de la cornisa del edificio de mis vecinos de
aplaudir a las ocho. Por debajo, tras la parte de arriba de unos
arbustos que se mecen con el viento, se ven las ventanas iluminadas
por el sol dorado, de la tarde que va a ver si ya se pone a atardecer
o qué. 

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Ahora es por la
mañana y el cielo aparece semiblanco, ni brumoso ni de color
posible. En la cornisa está la paloma muy quieta, que incluso puede
estar así toda la mañana como si supiera lo que nos pasa, tan
pancha. Los arbustos hoy nada, ni pacá y ni pallá, yo diría que
están también a la espera, pero ellos no sé si de algún viento.
Las ventanas de arriba blancas como ayer y antes de ayer; éstos se
han ido a pasar el asunto a su pueblo, allí seguro que tienen patio
con un arbolito donde podrán observar más de cerca cómo se le
mecen las ramas, si se posa algún jilguero e incluso desayunar a su
lado si el día es tipo azul. ……………………………………………………………………………………


Por la noche en la
ventana se refleja la cornisa de la vitrina que por cierto tiene un
pájaro de madera de balsa coronando un extremo. Es de mucho colorido
y si no pienso en el asunto puedo imaginar una selva con su calor y
su humedad.

Hoy acompañando al pájaro se escucha un ulular bastante definido. Si
quiero puedo pensar que sería de una tormenta tropical en alguna
isla del caribe, pero sólo un instante porque, aunque he apagado la
tele muy cansada de escuchar que aumentan a miles los infectados cada
día, en realidad el sonido del viento me hace tener la sensación de
que voy en un barco bastante a la deriva, con un mástil roto y el
velamen hecho harapos.

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