El aliento del diablo
Salí, respiré. La lluvia me envolvía. Las gotas de agua corrían por los dedos de una vieja sentada en un banco que sonreía sin sus dientes. Tenía la cabeza bajo un paraguas fatigado de espacios por donde caían silencios grasientos. Los caballos del diablo galopan por esta calle Quevediana. Algunos chicos levantaban los mendrugos que...