Estoy de acuerdo en que se utilicen las plataformas digitales como nueva forma de escritura; siempre y cuando se respete al máximo la narración en sí. Lo primero es mimar, cuidar y hacer buen uso del texto y como complementos las nuevas tecnologías disponibles para desarrollar una obra literaria. De nada sirve incluir bellas y originales imágenes, utilizar adecuadamente los bocadillos emergentes e incluso musicar el ambiente con piezas sublimes y emocionantes si, a posteriori, la parte escrita es un bodrio. En este caso, se podría decir que es un insulto a la literatura. Los de mi generación (nacidos en los setenta) hemos sido testigos de la rápida evolución de los ordenadores, móviles y aplicaciones de los mismos en los últimos veinte o veinticinco años. Lo mismo ocurre con cualquier tipo de electrodomésticos, en donde la tecnología parece facilitar los quehaceres humanos. Es algo contradictorio, aparatos diseñados para ahorrar tiempo en una sociedad que deambula a contrarreloj. El equilibrio no parece encajar del todo en la búsqueda de un bienestar cada vez más inalcanzable.

Yo, aún conservo borradores, apuntes o anotaciones, desde hace varias décadas, y es un placer releerlos y observar como una idea primigenia iba tomando forma a través de los garabatos y evolucionando hasta el acabado definitivo. Incluso las correcciones hechas sobre un poema, por ejemplo, que daba por finalizadas tenían su encanto ya que denota un síntoma de voluntad en mejorar lo que haya plasmado sobre el papel. Esto es impagable ¡Quisiera enseñárselo a mi hija y a mis nietos! Para que vean como se escribía directamente de puño y letra. Recuerdo que cuando componía versos o un artículo, lo reescribía, tirando a la papelera multitud de folios. Algunos en blanco, otros arrugados con la rabieta de mis puños por no salir lo que pretendía. Y por fin, después de horas, días e incluso semanas al darlo por válido, el siguiente paso era pasarlo a la máquina de escribir. Era eléctrica con una tecla borrador en caso de equivocaciones. La conservo todavía. En su funda gris. Ahora con los programas de procesadores de textos, por un lado, claro que nos facilita y mucho la labor de corregir y dejar “limpio” el relato, micro o la pieza literaria que fuese de forma cómoda y ahorrándonos tiempo. Pero el encanto de una obra propia garabateada con un bolígrafo entre los dedos, esa magia, jamás nos lo podrá dar computadora alguna.

En muchas historias presentadas en las diferentes convocatorias del club, a lo largo de estos tres años que llevo en esta casa, he utilizado el formato digital porque vi que es una herramienta original y, que, sabiéndola usar adecuadamente puede dar mucho juego a la obra en cuestión. He cuidado mucho la música, las imágenes, los gifs, vídeos y los he ido combinando según lo requerido en la trama, tensión, giro etc. etc. A muchos de los lectores, autores y demás compañeros me consta (por sus comentarios sinceros, directos y amables) que les agrada mucho. Cosa, que naturalmente, me sonroja, me enorgullece y anima a seguir con esta bendita afición. Pero lo más destacado de esto son los «aplausos concedidos»— ya fuese al principio o al final de sus argumentos— a la narración en sí. Por el contrario, hay colegas que precisamente esas incursiones suplementarias le entorpecen la lectura del texto. Incluso hubo que me confesaron que tuvieron que leer el tal relato sin el audio y ganaba más la historia. Para gustos, los colores (o para muros…)

Por otro lado, no es lo mismo leer mil palabras que setenta mil. No es lo mismo un relato que toda una novela, ensayo u obra teatral. En los casos últimos, prefiero el libro formato papel, bien encuadernado y oliendo a letras impresas y palabras bailando en la imaginación al mismo ritmo que la comprensión lectora avanzan hacia el mismo sendero.

En definitiva, sabiendo escribir (personalmente y sin falsa modestia aún estoy en ello y me queda mucho por aprender) da lo mismo hacerlo a la antigua usanza (cosa que creo que muy, muy pocos la usan) o con la informática actual. En mi caso, al tener un espíritu innovador, directo y creativo (o eso intento, lo digo con el corazón) me viene como anillo al dedo contar una historia escrita, visual, auditiva al mismo tiempo. Todavía estamos en pañales en esto de la escritura digital. Lo bueno, pienso, está por llegar. Y ojalá también sirva para que los más jóvenes aprendan a teclear sin faltas de ortografía. Por el bien de la humanidad literaria.

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