Soy Laila en aquel entonces tenía 8 años, vivía en el campo con mis padres, pues eran propietarios de un pequeño terreno. Allí cultivamos gran parte de nuestros alimentos.
Nuestros días transcurrían tranquilos y alegres, entre risas y labores cotidianas.
Mis pasatiempos favoritos eran correr, jugar y también me divertía alimentar las gallinas y recolectar sus huevos.
Poco a poco en el sector como en otras partes del país empiezan los enfrentamientos entre grupos armados al margen de la ley. Y es así como nuestra tranquilidad y la de los demás habitantes es interrumpida debido a los abusos por parte de estos grupos, tales como extorsiones, violaciones, asesinatos, reclutamiento de niños y amenazas.
En un abrir y cerrar de ojos estos grupos empiezan a disputarse el control del territorio.
Todos quedamos atrapados en medio del fuego cruzado, no había presencia del estado ni quien nos defendiera nuestra única esperanza era "la misericordia de Dios" decía mí madre.
poco a poco los habitantes del sector empezaron a abandonar sus viviendas por el miedo y la sozobra de caer en el juego cruzado algunos salieron sin nada más que sus prendas de vestir.
Mi padre un hombre fuerte y trabajador, y un poco terco por defender lo que con sudor y sacrificio había conseguido se negaba a abandonar su parcela, aquel terruño que nos proveía el sustento.
Sin embargo después de evidenciar varios asesinatos, solo por amor a su familia, un día tomó la decisión de decirle a mi mamá, con aquel cariño con el que le hablaba, susurro "mija escoja lo mejorcito de la ropa, nos vamos aquí ya no hay cómo vivir" .
Pude ver su dolor y tristeza en su mirada.
Sin tener claro cómo, y dónde íbamos a llegar, con mucho dolor tuvimos que abandonar nuestra casita.
Llegamos a la ciudad y con ayuda de algunos familiares y con mucho sacrificio de mis padres, aunque pasamos muchas necesidades, logramos ubicarnos y empezar de cero.
Hoy 15 años después puedo hablar de este suceso tan doloroso, y aunque en aquel entonces era muy pequeña para entender muchas cosas, solo sé que esa guerra sin sentido nos arrebató más que un terreno con una vivienda, y dejó secuelas para siempre.
"Hoy veo a mis hijos y le pido a Dios que no sufran lo que yo sufrí".