Un café en Innsbruck.

Un café en Innsbruck.

Roberto Sierra

06/09/2019

Es de noche y soy el único cliente de un pequeño café en Innsbruck. Tras varios días de viaje encuentro el momento de sentarme y no pensar demasiado. Torpemente, el dueño se acerca con gesto cansado. Se interesa por mi procedencia y, tras responderle que soy español, se muestra entusiasmado. Curioso le invito a sentarse. Mihály, que así se llama, dejó su hogar en Budapest hace cuarenta años. Con brillo en los ojos comienza a hablar sobre la historia, gloria y bondades de su gente. Al poco rato su rostro se vuelve sombrío cuando concluye que hoy día nadie conoce su país. La crisis, dice, ha desplazado la historia y lo que antaño fuese la gloriosa Europa hoy no es sino un conjunto naciones viejas y pobres a los ojos de los demás. Sólo importa quienes en la economía mandan, dice desesperado. Me indica con melancolía que España y Hungría se parecen mucho y que cada vez ve a más españoles buscando una oportunidad. Costosamente se levanta de la mesa, me invita al café y me agradece la conversación. Con sorpresa le pregunto la razón y penosamente me responde que en cuarenta años a nadie le ha importado de dónde venía. Agradecido por la invitación salgo del local y me dirijo a la estación de tren. Intentaré cambiar el billete de mañana a ver si todavía quedan asientos rumbo a Budapest.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS