Ese olor a mar impregnando la brisa llenaba todo mal recuerdo , el sonido rudo de las olas que alocadas chocaban unas con otras constantemente, dejaba espumas blancas contrastando con el azul de esa inmensidad turquesa claro en la orilla, oscuro en la profundidad , celeste en el cielo.

La arena clara, cálida , acolchaba mis pisadas en las huellas que se borrarían antes, mucho antes. de mi partida.

Entonces la huida de mis tristezas era evidente. Mi ansiedad acobardada, se desvanecía, dejándome un espacio ancho , grande, en todo mi ser , una sensación de tranquilidad que aumentando en intensidad se convertía en eufórica paz, aflorando una gran sonrisa en mis labios y reflejando en mis ojos el azul que me abrazaba toda.

A esa costa acudía siempre, un viaje que imaginario o no, me transformaba en la persona que necesitaba ser, «soltar amarras» lo llamaba y ningún pasaporte necesitaba, iba en primera clase a la aventura para todos mis sentidos… hacia ese cálido azul.

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