Adiós Papá.
Llegué pronto, como me suele pasar, y hecho un manojo de nervios. Aquella llamada que siempre imaginé en mi cabeza se me antojó inesperada. Y ahí estaba yo, subiendo las escaleras del Tanatorio de la M-30. Al entrar al vestíbulo, un niño asiático con una flor roja en la mano se me cruzó gritando y,...