Dos horas y treinta minutos

Dos horas y treinta minutos

Salvador Cabral

20/11/2016

“No puede viajar, su visa está vencida, A las 4:15 P.M. se cierra el vuelo”. Esas fueron las palabras que entre incredulidad y angustia escuchamos pronunciar a la funcionaria de Air France. El reloj marcaba la 1:45 P.M. de aquella tarde de agosto, diez minutos antes habíamos llegado con Silvia, mi esposa y nuestros hijos al aeropuerto de Bogotá, estábamos viviendo entre emoción y nerviosismo la despedida de Natalia que esa tarde por primera vez en su vida se subía a un avión para viajar hasta Bergen, Noruega, pasando por París y Ámsterdam y así cumplir un sueño, estudiar en el exterior.

  • – ¿Y ahora qué? Dijo Silvia.
  • – Quédense acá cuidando las maletas, me voy a la Embajada.
  • – ¡Qué hacemos papá voy a perder la beca!
  • – No sé, Vamos a ver qué se puede hacer.
  • Cogimos un taxi aún sin asimilar la mala nueva ni tener claridad sobre la mejor decisión a tomar, iniciamos en medio de la incertidumbre un azaroso recorrido de unos treinta minutos en el que por suerte no tuvimos contratiempos de tránsito.

  • Encerrados en nuestros pensamientos, recordé la tarde de febrero en la que encontré por Internet una noticia sobre becas para estudiar Bachillerato Internacional que ofrecía la organización United World Colleges y observando que mi hija cumplía con los requisitos básicos pero sólo le quedaban cuatro días para reunir los documentos solicitados, la llamé por teléfono y ella, algo escéptica, verificó la información e inició junto con Silvia la tarea de conseguir lo requerido para participar en el proceso, logrando inscribirse el último día, en el último minuto. Se iniciaba así para nuestra familia un frenético periodo que incluyó superar los filtros del concurso, recibiendo con inmensa alegría el primero de mayo la noticia de haber sido escogida para vivir y estudiar dos años en Noruega becada por UWC. Debíamos disponer de recursos económicos para los pasajes, seguros, visa, dinero que no había pero que nos propusimos reunir a como diera lugar.
  • Como suele decirse en muchos casos y esta no fue la excepción, las alegrías no son completas, la confirmación de la beca estuvo empañada por un problema de salud descubierto a finales de abril… La llegada a la Embajada nos regresó a la realidad.
  • – Señorita, mi visa quedó mal la fecha está vencida y hoy viajo a Noruega.
  • – Deme un momento, el cónsul ya la atiende.
  • Pocos minutos después, que parecieron eternos Natalia ingresó a la oficina, pero las cosas no marchaban bien, salió llorando de la oficina, el cónsul andaba de malas pulgas, se sintió acusado por el error y se negó a efectuar la corrección. Era el final de esta historia.
  • – Esperen hablo con él, nos dijo la empleada que nos atendió cuando llegamos.
  • Con ilusión pero sin muchas esperanzas nos miramos con Natalia, sintiendo que el tiempo se acababa.
  • – Listo, vaya y pague al banco que él ya les firma, dijo mientras nos regalaba una sonrisa angelical.
  • Faltaban diez minutos para las tres de la tarde, hora de cierre bancario, corrí para alcanzar a pagar la visa, al ingresar vi una larga fila, traté de explicarle a un funcionario para que me colaborara pero no me escuchó, así que me resigné a hacer la fila, volviendo a mis recuerdos mientras esperaba. Natalia debía ser operada de un tumor de ovario descubierto en abril, tuvimos que librar una batalla contra el tiempo y los trámites burocráticos de nuestro deficiente sistema de salud, estando en estas vueltas, el seis de mayo sufrió un dolor abdominal agudo, Silvia la llevó al servicio de urgencias donde fue necesaria una intervención quirúrgica para extraer el tumor, bastante grande por cierto de acuerdo a lo informado por el cirujano; la recuperación fue lenta y complicada incluida una nueva cirugía días después y más de un mes de hospitalización del que salió bastante débil para empezar las vueltas del viaje con el tiempo en contra pero con la buena noticia que el tumor era benigno.
  • Eran algo más de las 3:30 cuando salí del banco rumbo a la Embajada, entregué el recibo de pago y diez minutos antes de las cuatro salimos con la visa corregida corriendo a buscar un taxi, que logramos abordar siendo casi las cuatro.
  • – Señor llévenos por favor al aeropuerto, tenemos que estar a las 4:15.
  • No nos dijo nada, iniciamos angustiados el recorrido porque había congestión vehicular, en los primeros cinco minutos apenas avanzamos unos pocos metros. Mi mente volvió atrás, junio y julio transcurrieron en medio de carreras, búsqueda del dinero que hacía falta. Con los pasajes tuvimos suerte logrando pescar a una promoción de Air France, sin embargo… ahora rumbo al aeropuerto corriendo contra el tiempo nos arriesgábamos a perder el dinero al no haber aplazado el vuelo. Algo dentro de mi decía que el viaje debía ser ese día como si fuera la última oportunidad…
  • – ¿Dónde vienen? Fueron las palabras de Silvia a través del celular.
  • – Vamos cerca con la visa arreglada, no sé si alcancemos.
  • En realidad pensaba que ya era tarde, pero con esperanza vimos cómo avanzábamos velozmente sin obstáculos, el taxista cogió por calles que no conocíamos y que afortunadamente estaban descongestionadas, no miré más el reloj, con el corazón acelerado llegamos.
  • – ¡Corra, a ver si alcanza!
  • Pagué y agradecí al conductor, con incertidumbre ingresé al aeropuerto comprobando que asombrosamente habíamos llegado justo a tiempo cuando cerraban el vuelo. Silvia, Diana, Adriana y Sergio estaban con las maletas esperando en la zona de embarque, Natalia presentó sus documentos, pasó velozmente y se registró para abordar. No hubo tiempo de despedidas, ella se fue de afán y nosotros nos quedábamos con la clara sensación de haber vivido un milagro.
  • Era el inicio de dos años de aprendizaje y crecimiento personal para mi hija y toda la familia. Dos días después el teléfono sonó y con alegría escuché a mi hija.
  • – Papá, llegué bien, ¡Estoy en Noruega, en el colegio, saludes a todos, los amo!

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