después de la lluvia

después de la lluvia

Ana Cañadas

11/12/2017

El autobús hoy llegaba con retraso a la parada de la gran vía. Damián lo sabía muy bien, lo cogía a aquella hora desde hacía dieciséis años. Por eso apuraba el tiempo en casa, entretenido en cualquier cosa y salía con los minutos exactos para no esperar. Le ponía nervioso esperar. Pero hoy, después de muchos días de lluvia, por fin salía el sol y Damián pensó en ir dando un paseo hasta la parada del parque y así estirar un poco las piernas, antes de la larga jornada que le esperaba sentado frente al ordenador. A Aquellas horas el parque estaba desierto, los niños aún no habían salido del colegio, y los abuelos ya habían vuelto a casa después de dar de comer a las palomas. Es por eso, por lo que a Damián le llamó la atención aquel individuo tan elegante aferrado a una gran maleta roja.

Ramiro no era un tipo normal, por lo menos en apariencia. Tenía una habilidad asombrosa para combinar la ropa que le proporcionaban en el albergue, donde acudía cuatro veces por año, coincidiendo con el cambio de temporada. Siempre venía a Barcelona para esta efeméride, decía que, para vestir con estilo, no había nada como la capital. El gran Gatsby lo llamaba Jacinta, la voluntaria más antigua del centro, y siempre que aparecía una prenda de esas que ella llamaba especiales, la guardaba en una caja de cartón etiquetada con el nombre de Ramiro.

Damián barajó varias opciones mientras Ramiro se le aproximaba arrastrando aquella vistosa y pesada maleta. Debe de ser uno de estos del mobile congress que se ha despistado después de una noche movidita, o quizá está haciendo tiempo para el autobús del aeropuerto, o lo ha echado de casa su mujer y ahora no sabe qué hacer con su vida.

-Perdone, me he desorientado un poco, ¿voy bien a Tarragona por aquí? -pregunto Ramiro.

– Pues que yo sepa no para aquí ningún autobús para Tarragona. -Contestó Damián totalmente desconcertado.

-Lo siento, creo que no me he explicado, no quiero coger ningún autobús, voy andando y sólo necesito saber si llevo la dirección correcta.

– ¿Andando? pero Tarragona está a unos cien kilómetros de aquí…

-Lo sé, lo sé, vivo allí y hago este trayecto a menudo, sólo que me había despistado con tantas obras, en un par de días estoy allí, además con este tiempo, apetece darse el paseo.

– Y que lo diga, hace un día estupendo, pues nada siga toda la autovía recta y siempre paralelo al mar, le deseo que tenga un buen viaje.

Damián se subió en el autobús, pensando que rara era la gente. Pero en seguida se le olvidó y empezó a planear su próximo tramo del camino de Santiago.

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