El árbol de aquella calle

—¿Qué miras?

—El árbol que me vio crecer.

—Este árbol lleva años aquí plantado.

—Más de los que tengo yo, seguro. Lo he visto vomitar hojas podridas, acariciar la brisa de la mañana, pasar frío y sed, llorar conmigo una pena y compartir conmigo mi alegría.

—¿Tanto te llama la atención ahora?

—¿Nos paramos cinco minutos si acaso a contemplar la vida? El árbol es un resumen de ella. Nace, crece, embellece, da frutos y muere para volver a renacer de sus cenizas, al igual que el hombre mil veces en su única vida.

—¿Y por qué te fijas hoy en él? ¿te sirve de algo?

—Hoy muere, junto con mi infancia. No miré y disfruté la calle, mi barrio, mientras estuve. Hoy mi árbol y mi calle se romperán en mil pedazos para construir un nuevo barrio joven y elegante, pero sin árbol, por ello dedico mi pensamiento y mi luto a ese ser vivo que fue testigo de tantas historias en el portal de mi casa.

—Te doy el pésame por tan gran pérdida.

—Gracias.