La vida en sueños

La vida en sueños

Adanhiel

12/02/2018

Dignos son de recordar, en memorable pretérito, épocas de toda vida transcurridas en una sucesión de blancos y oscuros, de matices indelebles, de formas sugerentes y sugeridas por el candente itinerario de vitalismos entrecruzados, convergentes, paralelos y divergentes, por los cuales llegar a la consideración cabal de si la misma vida lleva implícito su propio sentido. Recuerdo, sí, recuerdo todo tipo de vivencias, cada una de ellas con su esencial introhistoria, con un principio y un fin, que terminaron por infundir evanescentes anhelos que, es todavía hoy, cuando permanecen en mi, reticentes al abandono de una consciencia establecedora, auspiciante de un desconcierto desamparado de mano temblorosa y sin batuta. Cansado de su hostigamiento me rindo al fin en el lecho de mi cama haciendo de ella mi fortín, acaso el último de los bastiones donde la relativa cordura cabalga con algo que, siéndolo, se adorna de tachaduras de la innombrable locura. Presto y dispuesto estoy a navegar con premura allá donde me lleve el viento que hincha las velas de mi esperanza a la cual me remito y me aferro. A la deriva voy, pues, remiso incluso quedo a pensar, ya que el pensamiento nunca me ha llevado a otro lugar que a la eterna e inacabable encrucijada del saber y de sus evidentes límites… no, en tales lides es momento y lugar para el sentimiento, sutil abrevadero en el que poder esperar la pureza de las cosas, incluso cuando vaya disfrazada de un dolor que nos hace huidizos y en el que no indagamos por miedo a encontrarle sentido. Recién comenzada está la singladura en el inexplorado mar de la inconsciencia en el que el tiempo transcurre a su libre albedrío, las imágenes se suceden en un crisol incandescente de surrealismo sin par, en locuaces precedencias de las cuales entresacar cuáles son afines a una situación dada o a una persona en concreto que haya llenado, con amistosa pertinencia, un espacio en mi atribulada vida.

La sucesión de identidades en las que me considero sujeto, no siempre con protagonismo, acaece en inexplicada cascada hasta hacer al yugo del ego desaparecer dejándome tan liberado como vulnerable en los intrincados avatares de una irrealidad que, en tales circunstancias, es todo cuanto hay. Si he de presumir de cohabitar con mi espíritu a la fuerza habré de hacerlo asido de sus cálidas manos, gateando cual bebé, admirado y boquiabierto, por la índole de su magistral ámbito en el que emerge, majestuoso, el áureo árbol de la divina esencia proyectando sobre mi ávida piel haces de dorada luz que son absorvidos, más que por mi metafísico cuerpo, por mi extenuado ser. Henchido por la sapiencia de lo que en apariencia es irrelevante la realidad de mi vida acaso es un nímio y perturbador lapso, un aguijoneador enjambre de somáticos sentidos que, a cada cortejo onírico, me resutan más extraños y, por tanto, improcedentes. Tan es así que sueño para vivir y vivo para soñar, pues no concibo mi existencia sin esa coexistencia entre lo empírico y lo que, sin serlo, me adentra sobremanera en el costal de lo que no tiene peso ni medida pero que, sin embargo, es mi sino, principio y fin de aquello considerado como cognoscible… ¿Acaso el sello del primer sueño rememorado será el mismo que rubrique el final del dolor y del placer de la vida? ¿Será algo así como una dulce y armoniosa luz hecha de puro y alegre sentimiento trascendente de toda forma y típica mundanal coyuntura? Porque si vida y muerte, realidad y realidad culminan de aquesta manera, tanto darán las socorribles preferencias; porque si, partiendo del uno, acabamos grácilmente en el Todo, en el que suspiro finalizar, sentido tendrá mas, mientras ésto no ocurra… mientras tanto… ¡Que me dejan soñar!

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