¿Cómo es posible echar tanto de menos al ser amado teniendo su compañía?

Eso se preguntaba Clara cada vez que se abstraía, y eso sucedía cinco veces por hora. Se sentía tan sola que nada ni nadie podía calmar ese vacío absoluto. Él le decía que ella era lo primero en su vida pero ella sentía que sus palabras no se correspondían con el amor. Cada vez más compungida, más desanimada, más inválida emocionalmente. Él por su parte le regalaba vestidos, anillos, perfumes pero nada de todo aquello apaciguaba la carencia de afecto.

Su andar con el tiempo se había vuelto torpe, andaba con el cuerpo encorvado, mirando al suelo, nada a su alrededor le hacía latir. Se sentía viuda de un vivo.

Caminando por el Borne algo la despertó de su letargo:

Un «clic» sonó en su interior. Se armó de valor. Había llegado el momento de separarse: se dio cuenta que él no la amaba.

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