No recuerdo muy bien en que año fue, pero sí que en esa época apenas comenzaba a estudiar en la universidad y como me había enamorado por primera vez, no sirvió de nada cuando Héctor, mi novio en ese tiempo, trató de convencerme después de que pasamos dos días en la lista de espera de la terminal de ómnibus en la Coubre, de que regresara a mi casa.

—¡Te dije que me voy contigo para Santiago y no me insistas más! —le dije muy seriamente.

—Entonces vamos a tener que irnos por carretera, porque aquí no vamos a poder resolver nada —me dijo muy preocupado.

—¿Por carretera?

—Sí, a coger un camión.

—Bueno, está bien. ¿Dónde podemos coger el camión ese?

—En la autopista, pero para eso tenemos que coger una guagua primero que nos deje cerca. ¡Vamos!

Recogimos nuestras cosas y luego nos dirigimos a la parada de guagua más cercana donde cogimos un tipo detransporte que se llamaba camello,el cual nos dejó cerca de un puente y de ahí a la autopista solo quedaba alrededor de dos cuadras de camino. En una parada donde había un agente de transporte, que aquí lo llamábamos amarillo, estuvimos hasta que empezó a tornarse el cielo de un azul oscuro, porque nada que paraba en dicholugar llegaba hasta Santiago de Cuba o Guantánamo, ya que Héctor vivía en un pueblo nombrado Matahambre, el cual me contó una vez, quedaba cerca de Guantánamo.

De pronto, dos grandes focos de luz iluminó a todos los que estábamos allí y una voz detrás resonó fuertemente:

—¡Las Tunas!

La gran mayoría corrió en desbandada hacia el camión, por suerte mi novio y yo pudimos atraparlo.

El chofer hizo una pequeña parada en una gasolinera en Matanzas, conocida como El Conejito.

—Tienen media hora para comer y para ir al baño —gritó el corpulento hombre.

—Oye Ester, voy al baño que desde que salimos de La Habana me entró una flojera —me dijo Héctory salió corriendo despavorido.

Ya había pasado la media hora, todo el mundo estaba aglomerado al costado del camión y mi novio no aparecía.

—¿Oye niña, dónde está tu novio? Tenemos que irnos ya —objetó el chofer.

—Está en el baño, voy a ir a buscarlo. ¡Oye, mijo! ¿Qué te pasó? ¿Por qué te demoraste tanto? —le pregunté cuando di media vuelta para buscarlo y de repente se apareció frente a mí.

—Niña, si tú ves lo que me pasó. Cuando estaba dentro del baño, de pronto oigo un ruido como si estuviesen cerrando la puerta y cuando me subo el pantalón para verificar, ¡efectivamente! Me habían encerrado en el baño. Imagínate, a esa hora a gritar a todo pulmón para que me abrieran la puerta y al rato, cuando casi no me quedaba voz, apareció una mujer. Bueno, que con el susto, se me quitaron los cólicos.

—¡Vaya, que cosa! Dale, vámonos, que el choferyaquiere irse.

Cuando llegamos a donde estaba el obeso chofer, éste se encontraba cobrando el pasajea un precio mayor del que contábamos y mi novio lo convenció de que éramos simples estudiantes universitarios, lo cual ayudó a que él pagara la mitad de lo que pedía.

Al otro día, cuando comenzó a amanecer, entramos a un pueblo, que según pudimos ver por un cartel, era Florida, en Camagüey y Héctor comenzó a comentarme sobre un amigo nuestro de la universidad proveniente de ese sitio, pero en cambio no nos agradó dicho territorio debido al fuerte olor a excremento de vaca que se sentía en los alrededores de un parque del mismo.

Ya cerca del mediodía, llegamos al final del recorrido en ese enorme transporte. Las Tunas me encandilaba con su sol ardiente y era por gusto protegerme bajo la sombra porque el efecto era casi igual. Mi novio y yo fuimos a una parada donde creo que había todas las especies de moscas existentes en el mundo, ahí predominaba más ese insecto que personas. Al ratoHéctor me propuso ir a comer en una pizzería que había allí, pero se nos fue el apetito cuando vimos un hombre con una pizza llena de moscas; él al parecer estaba entretenido mirando hacia otraparte,pues no se percató cuando la cerró por la mitad,al notar que se lo tragaba así me dieron ganas de vomitar. A las dos horas montamos en una guagua que iba hasta Bayamo.

En Bayamo cometimos el grave error de anotarnos en la lista de espera de la terminal de ómnibus porque allá no conseguimos nada. Ya comenzando la noche, apareció un hombre diciendo que tenía un camión en la esquina y que se dirigía a Santiago.Un grupo de personas, incluidos Héctor y yo, fuimos para el lugar indicado y el supuesto camión era donde transportaban vacas; bueno, en ese momento las vacas pasamos a ser nosotros, pues aquel desconsiderado chofer, en pleno viaje parqueó frente a una paladar en el cual estuvimos esperando a que se jactara con su cena.

Al final de un tortuoso viaje llegamos a la ciudad de Santiago y ahí había tremendo bullicio en las calles porque era época de carnavales. Me dieron grandes deseos de ir bailando detrás de las carrozas, pero tuve que conformarme con ver la parte más alta de algunas de ellas, debido a que teníamos que ir a la terminal de ómnibus para marcar para la primera guagua que fuera aGuantánamo y así quedarnos en la salidahacia Matahambre.

Estuvimos allíhasta las seis de la mañana, porque a esa hora fue que salió la dichosa guagua repleta de personas. Ya próximo a Matahambre subimosal último camión de nuestro arduo recorrido y el cual nos dejaba frente al parque del pueblo.Pero eso no fue todo, porque la mamá de mi novio vivía en las afueras, por lo que recorrimospor un río seco para llegar a su finca. ¡Lo que tuve que hacer para conocer a la suegra!

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