Transparente como el cristal

Transparente como el cristal

Transparente como un cristal.

Manejaba temblando de rabia, un vehículo de gran porte y a toda velocidad circulaba pegado a su camioneta

¿Qué le pasaba a ese tipo? En un momento perdió el control, la banquina ancha la ayudó a maniobrar. Sus manos se crisparon en el volante, esos camioneros se sienten dueños del camino —murmuró con rabia— su viejo Eco sport retomó nuevamente la ruta. El enorme vehículo se alejó, el peligro había durado apenas unos minutos, le quedaron las manos húmedas y el corazón agitado, no lograba explicarse de dónde había salido semejante camión y por qué el chófer la quitó de la ruta…

Una hora después se detuvo en una estación de servicio, se bajó y se sentó bajo una arboleda, mientras escuchaba a dos parejas:

—Nos contaron sobre un accidente, el chófer no vio nada, pero algo lo sacó del asfalto, así declaró al médico que lo atendió.

—¿Cómo que no vio nada?

—No. creyeron que fue producto de su imaginación, tal vez por el cansancio.

—Son varios los accidentes parecidos –dijo uno de los hombres- Algunas veces es un camión enorme, otras otro tipo de vehículo. Tienen la delicada transparencia del cristal, atacan cuando la ruta está solitaria. No hay que viajar solos.

—¿Transparencia de cristal? ¿Quiere decir que es un fantasma?

—No sé, así dicen.

Ella escuchaba y sonrió ante las palabras que le resultaron ridículas, ¿camión o coche fantasma?

Las primeras horas del amanecer habían cubierto el asfalto con una niebla densa, puso las luces amarillas y redujo la velocidad. Un vehículo, circulaba a su lado. Intentaba quitarla de su rumbo. —¡Otra vez!— Dijo en voz alta. Esta vez no lo iba a tolerar. El camión la iba empujando a la banquina, aminoraba y aceleraba. Ella temblaba de rabia, se aferraba al volante con tal fuerza que le dolían los brazos y las manos. Su coche perdía estabilidad, y no lograba dominar el volante. Gritó enfurecida. Su voz fue un alarido salido de sus entrañas, se elevó en la noche y se perdió entre los árboles como el viento. Aceleró, ahora era ella la que intentaba sacarlo del camino, su cara se había transformado por la ira que la dominaba. Escuchó la frenada y lo vio salir de la ruta, la inmensa mole se inclinó y siguió cruzando la banquina, hasta perder el equilibrio y caer en un zanjón de barro y juncos. Se alzaron las llamas y se fundieron entre la luz del amanecer y los últimos jirones de la noche.

Transparente como el cristal el Ecosport se perdió en la ruta.

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