Yo jamás habría Elegido Ir

Yo jamás habría Elegido Ir

Tobar

09/09/2018

Acaecía la tarde en mi pueblo, encendí la luz de mi cuarto y seguí empacando.

Ingresó mi madre. Viró hacia mi maleta y preguntó:

— ¿Y no vas a llevar tu pantalón de lana?

¿Tengo que hacerlo? —pregunté ingenuamente, llevando la mirada hasta la suya—

Pues claro que sí, ¡estamos yendo a la sierra! ¿sabes como es el clima allí? —preguntó un tanto fastidiada—. Tu padre y yo te llevamos cuando eras a penas un niño, no recuerdo que edad tenías, que rápido pasa el tiempo Henri, no es la primera vez que vamos, creo que no puedes recordarlo, en fin, pasó mucho tiempo desde aquella vez sin hacer un viaje hasta aquella ciudad, Juliaca.

Pero el viaje es muy aburrido —dije con sumisión, dejando que mi fastidio rezuma mientras el ajetreo se hace cada vez más largo.

¡Que niño! —sentenció sin siquiera considerar lo que sentía, como si hubiera oído el quebrar de una rama de algún árbol, algo sin mucha importancia—. ¡A todos les gusta el viaje! Es que no lo entiendo —añadió mientras se llevaba la mano a la frente inclinando el rostro—

Me hace mal, tengo mareos, hacía mucho tiempo que no viajo, ya te dije lo que pasó cuando fui a las olimpiadas distritales de matemática, ¡vomité detrás del carro apenas nos detuvimos! tuve que abrir la puerta haciendo un terrible y cómico esfuerzo, correr detrás del carro y arrojar todo lo que había en mi estomago, fue vergonzoso, todos voltearon el rostro…

No esperabas que fuesen a verte en semejante espectáculo ¿Verdad? —dijo en tono burlón.

¡No!, ¡claro que no! Solo que después, al volver luego del concurso, nadie quiso sentarse junto a mí, volver fue toda una escena desencajada, solo momentos de silencio entrecortados con algunos diálogos entre los chicos que iban lejos de mí, apenas hablaban entre ellos, todos en voz baja, el objetivo era evidente: ignorarme. Menos mal no volví a vomitar de regreso, me hubieran arrojado del carro.

— ¡Haces mucho drama! ¡Ya vas a cumplir catorce años! —dijo encaminándose hasta la puerta de mi cuarto, se detuvo por un momento y añadió: tampoco olvides la foto de tu padre, luego se marchó.

Baje el rostro y seguí empacando, encontré un pantalón de lana, no recuerdo cuando fue la ultima vez que lo usé, a veces hace un frío húmedo en la selva después de una tarde lluviosa y un día nublado con corrientes de aire inclementes que tampoco recuerdo cuando fue, la distancia a la que algunos recuerdos se amontonan no está a nuestro alcance, da igual, ya no tengo esperanzas de quedarme, tengo que ir de viaje, ¡a la sierra! pienso en todo lo horrible que debe ser esa ciudad, percibo un olor desagradable, ¿la ciudad olerá así? Deben ser los recuerdos insolentes que se atreven a aparecer ahora, ¿quien diablos entiende a un cerebro idiota?

Terminé de empacar, lavé mis dientes, cogí una taza con agua fría y la puse en la mesa que está al lado de mi cama, me vestí con una ropa vieja y me arrojé sobre mi cama, mañana será el día que nos vayamos de este lugar, al menos durante un tiempo, debo ver a mi padre, él se marchó hace mucho tiempo, no entiendo por que tengo que verlo, él nos abandonó, bebo un poco de agua, y me recuesto sobre mis manos, uniendo mis dedos, ¿es que acaso las madres también quieren a sus esposos que los abandonan al igual que a un niño que no les aprecia como debiera? ¿Por qué?

Tengo que ir, y no tengo otra opción, al menos es lo que creo. Voy entendiendo, a esta edad, que muchas de las cosas no las elegimos nosotros, el inicio es una invitación sin posibilidad de rechazo, y el destino final que rechazamos no se puede apelar.

Me quedo dormido.

* * *

Por la madrugada, mi madre ingresó a mi cuarto y me despertó, ahora estamos en el carro, partimos dejando las luces que alumbran mi pequeño pueblo, está a la mitad de un cerro, y nosotros descendemos por aquella carretera sinuosa, como si una serpiente se enroscara sobre el cerro y mi pueblo todavía muestra sus luces que se perciben antiguas, la neblina lo cubre y lo emborrona como un pintor inexperto, al mismo tiempo que giramos la ultima curva que me cierra la oportunidad de verla, pego mi rostro a la ventana y la epifanía del rencor invoca una lagrima que me apresuro en borrar, sollozando levemente, siento mi cuerpo ligero, parece que me estuviera yendo de mí mismo al abandonar un lugar para dirigirme a otro que yo jamás habría elegido ir.

Me quedé dormido.

* * *

Desperté expulsando un vaho blanco con un calor tenue pero suficiente para apagar el otro lado de la ventana. El motor del carro está rugiendo como un león moribundo, arrastrando sus llantas, su voz apagada y constante por la carretera. No sé por dónde estamos, no tengo ganas de preguntarle a mi madre que duerme dando convalecientes ronquidos a momentos. Hace frío y mi cuerpo tibio sigue sufriendo y tirita.

Froté mis manos y con la manga de mi polera limpié la ventana borrosa. Está nevando, afuera está nevando, me sorprendo, aguardo el aliento y me pego a la ventana, continúo limpiando la ventana, estoy cautivado por aquel cuadro blanco, el suelo está empezando a llenarse de nieve, puedo ver que hay pastos verdes que están perdiéndose tras el despliegue de aquellos fríos, pequeños y constantes copos de nieve, el cielo está blanco y cubierto lineas intermitentes de pequeñas espadas limpias, frágiles, que vacilantes caen como los cabellos de Dios en pequeños actos suicidas.

Con un pequeño susto veo que mi madre está a mi lado, está mirando por la ventana, tiene un aire compungido, doliente, yo me hago el distraído, mi madre se acerca para abrazarme y me da un beso en la cabeza.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS