Gustavo, me emociono al percibir tu seguridad, la cual traduzco en la rapidez con la que conduces. Eres esa persona determinada, segura de sus acciones, parece que conoces el mundo como a ti mismo. Me haces sentir tranquila, protegida y confiada; la verdad, no temo a quedar en tus manos y por ello es sencillo concertar un fecha y hora para que nos veamos.

Un día cualquiera, a las tres de la tarde fijamos el horario para que llegaras por mí para llevarme a un lugar tranquilo y apartado de la muchedumbre, que se convirtió en el escenario ideal de nuestro encuentro para tomarnos un delicioso y caliente tinto, acompañado de uno de los más deliciosos de los postres que me ofreció el mesero del lugar. Mencionó muchos, pero cuando dijo la palabra: “Chocolate”, olvidé el nombre de los demás; así es que resultó sencillo elegir el alimento acompañante de nuestra amena conversación; luego, recorrimos otros sitios de allí cercanos, vimos libros y respiramos un aire diferente al habitual. Todo fue agradable y perfecto, nada pudo ser más valioso que tu compañía y el obsequio de esta postal sin la cual no hubiera podido participar en este reto literario.

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