CUANDO EL RÍO SE TRAGO LAS CALLES

CUANDO EL RÍO SE TRAGO LAS CALLES

15 de diciembre de 1999 Estado Vargas – Venezuela. Desde muy temprano el presidente Hugo Chávez ha estado hablando por la TV, convocando al pueblo a votar por la reforma constituyente. Nada se dice sobre el mal tiempo que azota al país, no ha parado de llover desde hace más de 48 horas, la gente en los suburbios ya empezó a preocuparse y muchos han abandonado sus maltrechas casas de cartón y hojalata, por temor a que se les caiga encima. Esto sucede año tras año y el gobierno no hace nada por solucionar esta situación, no existen medidas preventivas o programas de vivienda para reubicar a la gente pobre que por necesidad ha construido precarios ranchos en zonas de riesgo.

Para los Lopez Pedraza, la lluvia no es problema ellos viven en la calle principal de Los Corales, un complejo turístico de clase media alta, donde la mayoría de las casas son hermosas mansiones, rodeadas de jardines, piscinas y campos de golf, de bases sólidas y muy bien construidas. Esta lluvia es para ellos un motivo para tomar chocolate caliente o café con leche y galletas, ver películas, comer cotufas o simplemente jugar o dormir. Al oscurecer, después de cenar el padre y los 3 niños ocuparon sus confortables habitaciones, seguros y despreocupados, dando rienda suelta al ocio, no quedaba más que hacer. Solo falta Carmen que salió temprano a llevar mantas y comida a la gente del cerro.

Mientras tanto, Lucinda la señora de servicio, estaba inquieta, había dejado a sus hijos solos en la choza donde vivían cerca de la playa y temía que de un momento a otro, debido a al fuerte chubasco, éste se desplomara con sus niños adentro.



En un arranque de preocupación, decidió ir a su rancho y rescatar a sus muchachos, salió corriendo sin avisar, llegó jadeando y gritó fuerte –¡Maaría!, Pedriiito! – esperó un momento, los niños no respondían. Entró al rancho, empapada de lluvia, temblando de frío y de pánico, el lugar estaba oscuro y anegado, se preguntó angustiada -¿Dónde estarán mis hijos?- la calle estaba desolada, ni un alma transitaba por allí. Sorteando los charcos de lodo en las tinieblas, volvió a gritar –¡Maaría!, Pedriiito!- solo eco y silencio


Caminó hacia una casa cercana, con el corazón galopando en el pecho llamó a la puerta, un hombre de aspecto fiero miró sigilosamente por la ventana, Lucinda abrió la boca para preguntar…No le dio tiempo, allí en medio del corredor en penumbra, divisó a los niños que tranquilamente parecían dormidos, al verlos entre lágrimas exclamó – ¡Gracias Dios mío, por cuidar a mis hijos! – el hombre, no dijo nada, solo sonrió y la invitó a quedarse, en vista de que su choza estaba ya bajo el agua, esa noche no durmió


Muy de mañana, despertó a los niños, los abrigó con lo que pudo, agradeció al hombre su hospitalidad y tomados de la mano caminaron hacia a la casa de la familia Lopez. Aun llovía torrencialmente, los niños titiritaban de frío y tenían hambre. Una calle antes de la entrada de los Corales, vio con horror como la gente se subía a los arboles y techos de las casas y edificios, era imposible caminar por allí, un torbellino de viento y agua lo impedía, acompañado de un estruendo terrible como de elefantes corriendo, mezclado con troncos, piedras enormes, autos, enseres y gente, que arrastrados por el lodo y la corriente bajaba veloz por las laderas de la montaña y llegaba hasta las calles del pueblo, donde se confundían con el mar.

La gente corría y lloraba desesperada. Lucinda preguntó -¿Cómo llego a la calle principal? – Escuchó cuando alguien dijo, – El río reclamó su cauce y se tragó calles enteras, no quedó un alma viva en Los Corales-. Lucinda lloraba desconsoladamente imaginándose lo que les había ocurrido a la familia Lopez, pero a su vez agradeciendo a Dios por no haber estado allí.

Por la TV, los rectores del Consejo Nacional Electoral (CNE) anunciaban que la reforma constitucional había ganado el referendo, pero nadie celebró. Venezuela entera estaba de luto, el Estado Vargas era una zona de muerte y desolación…muchos de sus habitantes quedaron sepultados profundamente bajo una capa de barro y de ruinas…jamás se hallaron sus cuerpos, cantidad de jóvenes y niños desaparecieron, unos muertos y otros perdidos, víctimas del tráfico de personas, prostitución y delincuencia.

Hoy exactamente a 17 años de este deslave “Los Corales” es un lugar fantasma, sus calles conforman un paisaje abigarrado de armatostes de hierro y concreto; mansiones donde vivían familias felices y plenas de vida, hoy son el símbolo de la indolencia, de la apatía y de la inconsciencia; los jardines están cubiertos de matorrales, que con el tiempo se han tragado todo lo que quedó en pie. En el interior de estas otrora hermosas casas, se vislumbra en ciertos objetos el lujo de antaño, reflejado en una balaustrada de alguna madera fina o en los pisos de mármol de algún salón.

En este cementerio lleno de trágicas historias, lo más impresionante son sus calles adornadas con cruces, donde resaltan nombres de sus moradores, indicando el lugar donde alguna vez hubo un hogar. Rodeadas de enormes piedras y basura, algunas residencias que quedaron semi-destruidas, semejan escenarios de películas de horror, estancias tristes y oscuras, desde sus ventanales las sombras del abandono miran deambulando por los escombros, el espectro de algunos pobladores que han regresado a sus hogares desmantelados, sin arrepentirse tal vez de haberle robado su cauce al río

Esta historia está basada en hechos reales combinados con elementos de ficción. De alguna manera es un llamado a la humanidad, al respeto por la naturaleza y el medio ambiente. Definitivamente existen tres cosas importantes por aprender:

1. El hombre es dueño solamente de sus acciones y actitudes,

2. La naturaleza está viva, es libre y tiene sus propias leyes.

3. Nadie está completamente seguro en este planeta.

QEPD las víctimas de esa terrible tragedia

FIN


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