Mil Novecientos Noventa
Ellas están idas, aquellas que lloran en mis días de lluvia Veintitantos años que tus suaves ojos abrieron curiosos mi sentido del siempre. Y todos mis sin embargos gotean desde mi cansado corazón, y las excusas se desvanecen como lo que transpira en el aire. Solo tu nombre tu apodo sigue danzando en recovecos silenciosos...