<<Mey>> aun oía los gritos en su cabeza, y eso solo hacía que la daga en su interior se hundiera mas. Corría desesperada por los rieles del tren. No sabía qué esperaba, si encontrarse un paradero y subir un tren o… un simple tren en movimiento.

Nadie se lo impediría.

Necesitaba escapar de la realidad, de todo en general y… del pasado, pero sabía que eso siempre le estaría persiguiendo hasta sus próximas paradas.

Con la mochila boteando en su espalda y sus piernas llameando pidiendo piedad se detiene al tener un tren detenido en un paradero. Sin pensarlo dos veces corrió y se subió al tren y se sentó fuera en el último vagón, dejando caer sus pies hacía el suelo sin tocar tierra. Así tendría más frescura al decir adiós a todo aquello que estaba dejando atrás.

Mey se aferró a los barrotes que tenía a su lado cuando el tren comenzó su partida. Suspiró de alivio y agradeció a que nadie la haya pillado y le hiciera bajar del tren.

El paradero comenzaba a verse cada vez más lejano a medida que el tren iba avanzando. Todo estaba callado, a excepción de las ruedas en las vías rechinando, el motor y el sonido del viento que iba a un mágico lugar.

Mey apoyó su cabeza en los barrotes y empuñó los ojos con una mueca en su rostro. Se podía notar a distancia que estaba sufriendo. Las lagrimas salían pero en silencio.

Odiaba su familia, mas bien, a la nueva. Cuando su padre murió, su madre comenzó a salir con un empresario hasta que se casaron. Su madre ya no era la misma, como si aquel hombre la hubiera cambiado.

Sus hermanos se burlaban de ella por querer permanecer lo más lejos posible de la nueva familia. Su padrastro siempre la insultaba y le recordaba lo inútil que suele ser, que solo era un estorbo en la familia.

Mey no sabía qué quería lograr ese hombre con ella, pero si quería que desapareciera de su vista… bien, lo había logrado.

Tenía amigos, pero la soledad comenzó a ocupar sus lugares. Ellos se alejaron y Mey estaba cada vez mas satisfecha por tener su espacio personal y el silencio reinando la mayoría de su tiempo. Y ahora, solo quería alejarse de la sociedad. Comenzar una nueva vida y que su destino la llevara a un lugar que le pudiera otorgar paz y tranquilidad.

Solo quería estar sola, no sentirse sola.

Solo quería sentirse mas en contacto con su padre por medio de la soledad y el viento. Meneando sus cabellos y susurrándole cosas sin sentidos en sus oídos. Formándose una sonrisa sincera mientras sus ojos le brillaban por sentir el vacío lleno nuevamente.

Para ella, siempre era primavera.

Dio un respingo en su sitio cuando sintió una mano en su hombro. Temerosa se dio la vuelta y vio a un chico con uniforme -que seguramente trabajaba en el tren- De ojos azules y bajo un gorro azul sobresalía cabello rubio.

– Disculpe…

– Por favor, no me haga bajar del tren, no tengo donde mas ir- suplica Mey con los ojos aguados.

– Descuida, no te haré bajar. Solo venía a decirte que puede que sea peligroso que estés sentada aquí fuera. Será mejor que te sientes adentro- dice haciéndole un ademan para que entre.

– Pero…

– Descuida-la interrumpe-, esto solo quedará entre nosotros dos- le guiña un ojo con una sonrisa traviesa y se voltea entrando al vagón. Mey se levanta para seguirle el paso pero cuando entró al vagón, no solo se percató que el chico no estaba, sino, que el vagón estaba completamente vacío.

Se encogió de hombros restandole importancia. Quizá estén en trabajo, ya que no es etapa de vacaciones, pensó. Así que se dispuso a buscar a aquel chico, con temor con encontrase con el supervisor.

A medida que iba avanzando, el silencio era mas notable. Quizá la gente estaba encerrada en sus piezas descansando, volvió a pensar. Siguió por el estrecho pasillo, llamando a susurros al chico.

– Hey- oyó un llamado a sus espaldas-. Por acá- dice el chico y volvió a desaparecer. Esto cada vez se ponía mas extraño, reflexiona.

Sin sumarle importancia, caminó donde segundos antes estaba el chico. Entró al vagón donde habían butacas a ambos lados en la pared. Frente a la puerta estaba la ventana que mostraba la naturaleza de a fuera y una pequeña mesa frente a esta que tenía una pequeña tarjeta que decía su nombre y una bandeja con un jugo de naranja y tostadas.

Cuando terminó de comer miró por la ventana notando a la mucha naturaleza a la que el tren se adentraba. Genial- pensó- al lugar al que me llevan las vías será de pura paz.

Pero su momento de paz y tranquilidad fueron interrumpidos. El tren frenó bruscamente haciendo que Mey se echara hacía delante golpeándose la cabeza con la butaca de enfrente quedando completamente inconsciente.

*

Cuando abrió los ojos se dio cuenta de que no estaba en el tren, no estaba en casa, sino, estaba en un pastizal de largos pastos con flores amarillas y a sus espaldas, había una pared de espesos árboles altos. Y le asustó mas ver al tren detenido entre los pastizales. Ya tenía enredaderas en los vagones, decorada por la naturaleza como si hubiera estado allí por largos años.

Se levantó con el corazón palpitante y dio vueltas sin creer lo que estaba viendo. Esto es una locura -se decía ella- todo tiene que ser una ilusión por el gran golpe que obtuve.

Frente a ella había un cristalino mar relajado de blanca arena.

– ¿Donde estoy?- pregunta

– Ya no estás, Mey- responde el chico.

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