Los últimos de Filipinas

Los últimos de Filipinas

Pako de Manuel

06/07/2023

        Manolo siempre había tenido buena música en el bar. Raro era el día que no ponía alguna cinta de Frank Pourcel, Antonio Machín o Jorge Sepúlveda en el radiocasete.

                       

       Por el bar de Manolo pasamos casi todos los de la fábrica a tomar el Ribera de la tarde y a echar la partida de dominó, y al jubilarnos, unos cuantos seguimos con la costumbre.
       Manolo, Berna, Fermín y yo éramos buenos amigos desde el principio.

       A los cuatro se nos notaba un poco el paso del tiempo. Berna quizá era el más tocado, el lumbago le había hecho que se encorvara, probablemente por los sacos que cargó en la espalda cuando trabajó en el almacén.
       Fermín, en cambio, seguía tan derecho y estirado como siempre. Presumía de que “… en la mesa y en el juego se conoce al caballero” y ese talante le había servido para ser el comercial de la fábrica que más incentivos cobrase durante años. Sólo por acercarse demasiado las fichas de dominó a los ojos, podría sospecharse que algo le fallaba la vista.
        Por mi parte, quitando el temblor del Parkinson de la mano izquierda, tampoco estaba tan mal. Seguía escribiendo mis relatos con la derecha, como cuando trabajaba de administrativo, pero me tuve que olvidar para siempre de tocar mi vieja guitarra.
         A los cuatro nos fallaba un poco el oído pero siempre llevábamos los audífonos puestos al máximo volumen para no perder detalle. Regalo de la fábrica al jubilarnos por los servicios prestados.

             La cuestión es que cuando Manolín, el hijo de Manolo, se hizo cargo del bar, lo primero que cambió fue el viejo televisor por una enorme pantalla de plasma que instaló en el fondo del local, justo al lado de las mesas donde los jubilados echábamos la partida.

         Al principio sólo la encendía cuando había fútbol pero pronto descubrió el ruidoso canal de música. 

        

         A partir de ese momento, los clientes fueron cambiando, y los jubilados, ya sea por la maldita música o porque la residencia les fue engullendo, dieron paso a un público más joven.
          Nosotros cuatro fuimos los únicos que aguantamos, a pesar de que Manolín nos cambió después la mesa al rincón, al lado de los servicios, diciendo que allí estaríamos más cómodos.
          Resistíamos como los últimos de Filipinas hasta que una tarde ocurrió.
          Se jugaba el Derby Betis- Sevilla y el locutor del canal de la tele nos estaba volviendo locos comentando el partido. Además, Manolín había subido aún más el volumen y el bar estaba lleno hasta arriba. La locura se desató entre la gente con el gol del empate. Gritos, aplausos, golpes en las mesas y el locutor chillando aún más. 

                       

            Fue entonces cuando Berna ya no pudo más. Se levantó de la silla, se sacó de golpe el audífono del oído y lo estrelló contra la mesa, gritando con fuerza:
                                    “¡CAGÜENELPUTORUIDO!”

           Nos miramos los tres asombrados, y después, con una complicidad mosquetera, también nos levantamos, nos quitamos los audífonos y estrellándolos contra la mesa, gritamos al unísono:
                                     “¡CAGÜENELPUTORUIDO!”

           Nadie nos hizo caso.
           Pero algo cambió en nosotros. Ya no oíamos el ruido. Parecía como si tuviéramos un gigantesco mando a distancia con el que habíamos bajado el volumen del bar. Aún se oía al locutor gritando el gol y a la gente vociferando, pero casi sin molestar.
           Nos miramos entusiasmados por el descubrimiento y levantando la copa de Ribera en alto juramos solemnemente que nunca más volveríamos a ponernos un audífono.

           Hoy, pasados unos meses, todo ha cambiado a mejor. Manolo se ha especializado en interpretar el lenguaje corporal de los clientes, sobre todo después del Mundial de Catar. Berna ya puede disfrutar de su paseo matutino por la avenida sin que le molesten los bocinazos de los coches y Fermín está más tranquilo desde que ya no escucha los tacones de su vecina del piso de arriba, “…a una mujer no se le pueden criticar ciertas cosas” comenta aliviado.
            En mi caso, estoy leyendo más que nunca. Por la noche, cuando mi mujer parece competir a gritos con uno de esos programas de la tele como el “Sángrame Naranja”, yo tomo entonces un libro de Benedetti o Cortázar, según me de, y sin contestar, lo leo en paz y en silencio.

             Eso sí, algunas veces, cuando ya se ha ido a dormir, enciendo mi viejo tocadiscos, conecto los auriculares, pongo el volumen al máximo y cerrando los ojos, escucho el Mediterráneo con Joan Manuel Serrat.


Discografía:

– Audio 1: «Mirando al mar», Lo mejor de Jorge Sepúlveda, Jorge Sepúlveda, Divucsa.

– Audio 2 : «Embers Ft. Stacey Hunt», Dex Arson, You Tube

– Audio 3: «Gol de Nosa (3-3) en el Real Betis- Sevilla FC», LALIGA EA Sports, You Tube

– Audio 4: «Mediterráneo», Mediterráneo, Joan Manuel SerratZafiro/ Novola 1971

                                                                                                            

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS