Me alejo y veo más claro

Me alejo y veo más claro

Que alguien, baje o suba o se transmute y se manifieste, porque yo sola no alcanzo a comprender. Cuanto más me alejo, cuanto más expandido es el espacio, mejor alcanzo a ver. Con mi mirada perdida, los vaqueros más ajustados y destrozados y este abrigo de viuda, me deleito pateando la ciudad como un sin techo, sin rumbo, en busca del calor de un hogar al que mirando el reloj no quiero regresar. Últimamente el precio de la libertad se ha revalorizado y ya no alcanzo a escuchar lo que siento con tanto pluriempleo. Los cuerpos que observo, que me rozas y se chocan con el mío en los pasos de cebra, caminan completamente robotizados y exentos a la realidad, que es cambiante, que sangra y se autodestruye cada noche. Pero espera, date un respiro y saca un pitillo. Paradójica mente los problemas que se plantean desde arriba se curan con su remedio, su golosina, cigarrillo: caramelo envenenado. Sin embargo y sin querer evitarlo, la cajetilla ya solo pesa la mitad que hace la mitad de tiempo desde que empecé a caminar. Recuerdo que hubo un tiempo en el que me gustaba caminar acompañada de otros pasos. Ahora llevo tanto tiempo excluida que tampoco tendría argumento para compartir. La fuerza brota desde dentro, pero antes de llegar a la boca del estómago pasa por mis pies que se funden con el asfalto caliente y me dotan del equilibrio. Siento que me crecen raíces. En las entrañas, se prepara el mejunje para el hechizo que una vez listo comienza a emitir rayos de luz, esa mística aurea. No necesitas verla para reafirmarte, no te sientas enloquecido si la sientes porque eso ya es suficiente. Finalmente la potencia es tan fuerte que estalla y escapa veloz y libre por todos los poros, inclusive los dedos de las manos.

Dedos de las manos = canalizador de paz.

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