LA FAMILIA
El velorio fue corto, asistido por muy poca gente y demasiado silencioso. Nadie lloraba. Generalmente no se escuchan en los cementerios los sollozos de los familiares cuando al que se despide es un anciano de más de ochenta años. Hilda acababa de cumplir noventa y tres. Al ataúd con el cuerpo lo acompañaban su marido...