Caso de Extraño Suicidio

Caso de Extraño Suicidio

Biron

13/03/2020

Prueba #4 Serie A (Nota y Foto adjuntas) del caso “Morales”

Aunque dejo esta nota para que sea encontrada y se conozca mi pecaminoso proceder, únicamente me importa el juicio que Dios efectúa sobre mi actuar. No me interesa la opinión de mis congéneres, tampoco de los que dicen conocerme, pues ellos no entienden la difícil decisión que he tomado, y las implicaciones dolorosas que ahora pesan en mi corazón y lo estrujan con un extenso alambre de púas.

¿Perdí la cordura?, no, la razón por la que arrebaté la vida a mi dulce mujer y a mi pequeña niña distan mucho de un desorden mental de mi parte. Fue el mundo, fueron las situaciones de desgracia y carencia quienes las mataron, y, luego de escribir esto, me matarán a mí. Sé que no soy merecedor de pedir disculpas, el reino en el que vivo me ha instruido que el pecador no debe pedir algo que no es capaz de dar, sin embargo, siendo estrangulado por la tristeza, sus enseñanzas y valores valen tan poco para mí como vale una piedra para un banquero.

El inicio de todo nuestro suplicio fue —y que el Señor me perdone por decirlo— cuando mi hija, mi adorada princesa, salió de las entrañas de su madre. Primero la cuenta del hospital, luego el sustento. Mi trabajo a duras penas me permitía mantenerme a mí y a mi esposa bajo un techo; al llegar mi niña a nuestras vidas, lo que comíamos dos personas tuvimos que repartirlas para tres. A veces yo no comía para que ellas lo hicieran, a veces no bebía agua para que ellas si pudieran.

Llegué a un punto de sofoco en el que me hundía en la desesperación. Esta tarde de Noviembre, ahora que la lluvia cae a cántaros afuera, y que los cuerpos de las mujeres más importantes de mi vida se hallan fríos y ensangrentados, tuve una revelación, una epifanía que me hizo dejar de lado mi lamento. «No puedo dejar que sufran de esta manera» pensé mientras revolcaba el cajón donde guardaba mi ropa. Cuando hube deshecho el orden, encontré el revólver que me había quedado al regresar de Alemania. Había sido un regalo de mi mejor amigo, y su consejo («Úsalo en casos de máxima emergencia») tomó mucha más relevancia que el día que me lo dijo.

Recargué el arma con las seis balas permitidas. Mi mujer se hallaba lavando los platos, tarareaba una canción de los Rolling Stones que yo adoraba cantar con ella, pero las toneladas de felicidad al pensar que dejarían de sentir agonía no me permitieron cantar, aún así, recordé la melodía e hice el acompañamiento en el interior de mi cráneo.

No pronuncié palabra alguna, solamente puse el metal gélido del cañón en su cabeza y jalé el gatillo. Tal vez, cuando encuentren los cuerpos, dirán que ella murió con una mueca de horror, pero yo, que fui el autor del crimen, sé que al caer mostraba una enorme sonrisa de alivio. Mi hija salió aterrada de su habitación, cuando llegó hasta mí, no di tiempo a que llorara o empezara a hacer preguntas sobre el agujero en la frente de su madre, pues dispare a quemarropa en su cuello. Ahora las dos tienen chorros de sangre recorriendo sus bonitos y angelicales rostros, y sé que están descansando de todo el dolor del que fueron víctimas. Yo también quiero ir a descansar, así que…

Nota de Biron Norori: llegamos a la casa de la familia Morales por la llamada de una vecina que dijo estar escuchando disparos. Entramos por la fuerza luego de tocar repetidas veces la puerta. Encontramos tres cuerpos sin vida, todos con un agujero de bala en la cabeza. Buscamos el arma mencionada en el documento anteriormente presentado, no la encontramos en el lugar del crimen [Cocina y Sala], sino que en el cajón del padre de familia, sin balas y rastros de óxido a causa del no uso de la misma.

Se desconoce cómo llegó ahí el arma si no había nadie quien la sujetara. La hipótesis de un posible intruso se descartó de inmediato, pues no se habían forzado las cerraduras al menos hasta nuestra llegada. Tampoco habían señales de que hubiese otra persona en el interior de la vivienda en el momento del supuesto crimen, pues todo cuanto había pertenecía única y exclusivamente a la familia.

Capitán, notará que utilicé la palabra “supuesto” en el párrafo inmediatamente anterior, eso se debe a que, según la nota de suicidio, el padre fue el responsable de los dos homicidios de las mujeres. Sin embargo —y es algo bastante desconcertante—, el señor no tenía manos, pues las perdió durante su participación en la Segunda Guerra Mundial. Se ha confirmado que la letra es del hombre por viejos documentos, pero no hay explicación acerca de cómo lo escribió, se presume que el momento en que no terminó la frase — “Yo también quiero ir a descansar, así que…”— fue cuando recibió el disparo.

Informe a cargo de Biron Norori, Sargento.

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