Cada vez que voy a salir de viaje ordeno mis cosas, como si esa travesía me fuese a llevar por el camino seguro de la muerte. Se despierta en mí un afán de facilitar a los demás el arreglo y significación de lo que me pertenece.Acomodo mi cuarto, mi ropa, mis prendas, mis libros y, por supuesto, los papeles. Dejo en la gaveta del escritorio y en la mesa de noche el dinero que reuní los días previos. También guardo allí, entre otros, recuerdos que he atesorado desde la infancia de mis hijos: tarjetas, dibujos, juguetes en miniatura (que siempre me han gustado). También algunas fotografías viejas de carnet o pasaporte, que incluyen dos imágenes sepia de mis padres, cuando aún se tenían algún aprecio. Tengo además marcalibros escritos con palabras de fuego por amigos entrañables, y hasta un pequeño visor que en el fondo proyecta una diminuta escena de un día de circo en familia: la lupa vivifica la imagen cada vez que la observo. Cada objeto, útil o no, que dejo en esos escondites de madera, rebozados de memorias, quizás guarden una intención: dejar claves para crear una historia imaginada, tal como las que escribí sobre mis abuelos o mi madre, después que partieron.

Pienso que morir debe ser un paseo interminable por los mismos lugares que has habitado.Eternamente permaneces en un limbo, que a la vez gira en torno a lo que fue tu huella en el tiempo. De alguna manera, acomodas a tu antojo el curso de los acontecimientos que hubieses querido cambiar en algún momento. Es como estar jugando a ser un director de cine que se antoja en crear varias versiones de la misma película. Y todo para llegar al mismo punto: la muerte.

Por ahora me ocupo de dejar todo en orden. Dejar una llama en mi ausencia. Velar
porque el centro de mi existencia siga encendido. Cuando regrese del viaje, mi
vida seguirá en ese lugar, sembrada de recuerdos, fantasías, sucesos, giros y emociones. Y esa llama se avivará aún más cuando la muerte se haga presente, dejando una marca, una historia, un legado. En la infinita soledad podré cambiar a voluntad los diferentes destinos, forjando un tiempo de espera que me reunirá con los que aspiro serán mis futuros compañeros de juego.

VIAJES FRECUENTES DESDE PORLAMAR (ISLA DE MARGARITA) A CARACAS, EN VENEZUELA.

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