Habían pasado cinco días desde que salí del aeropuerto el Dorado en Bogotá, cuando finalmente el avión aterrizó en Beijing. La última conexión que hicimos antes de llegar a esta ciudad fue en el terminal aéreo Charles de Gaulle en París,uno de los más importantes del mundo. Pensar que estuve allí y no pude cumplir uno de mis grandes sueños de conocer la torre Eiffel; solo me quede con la imagen de una pequeña figura que se divisaba a lo lejos desde mi ventana y según decían era esa la estructura de hierro situada a la orilla del río Sena, símbolo de Francia y su capital.

La gran aventura había iniciado seis años atrás cuando por primera vez deje a mi hijo en un grupo scout, aquellos chicos aventureros que iban a campamentos, hacían nudos y al cual siempre quise pertenecer. Sin embargo, en la época en que yo crecí mis padres no eran tan liberales como lo somos ahora y nunca pude disfrutar de esos grandiosos eventos que podían vivir otros y ahí no estaba yo.

Después de dos años de conocer más a fondo lo que hacía mi hijo en este selecto grupo decidí vincularme a él, ya no lo podía hacer como aquella jovencita de trece años sino como adulto responsable. Se dio entonces la oportunidad de empezar a vislumbrar aquellos sueños que tuve antes y que veía podía realizar. El primero era llegar a conocer otros lugares lejanos donde vería realmente el mundo en todas sus dimensiones y como chiquilla quede asombrada cuando lo hice por primera vez.

Ese doce de julio del año 2015 como quedó registrado en las redes sociales iba con mi maleta al hombro al encuentro con mi patrulla a iniciar ese suceso que duraría un mes, en el cual compartiríamos grandes experiencias, amargos sucesos, pero al final grandes enseñanzas.

Una vez llegamos al aeropuerto el Dorado, todo era paz y armonía, aún estábamos en nuestro territorio, con nuestras familias, hablando el mismo idioma y disfrutando una gran alegría por el viaje que iniciaríamos. Mi patrulla estaba conformada por once personas entre adultos y adolescentes.

El vuelo inicio en la ciudad de Bogotá, llegaría a México y luego nos iríamos directo a Shangai y de allí a Beijing nuestro ciudad de destino. Se suponía era un trayecto máximo cuatro horas inicialmente hasta el aeropuerto Benito Juárez y luego duraría dieciséis horas hasta la segunda escala y dos horas hasta el destino final.

Y como dice una de nuestras leyes «el scout sonríe y canta ante las dificultades»;las cuales iniciaron desde la llegada a ciudad de México, donde tuvimos que esperar un día y medio. Allí y durante cinco días aplicamos todo el tiempo esta consigna.

Al llegar a París y solo porque faltaban unos meses para que nos quitaran a los colombianos la obligación de tener la visa Shengen, no se nos permitió salir del muelle internacional para poder disfrutar por completo París en todo su esplendor. Aún así recorrí el aeropuerto durante dos días y observe todo ese glamour que caracteriza a esta ciudad, ese hermoso avión de dos pisos, sus tiendas con las más famosas marcas exhibiendo artículos que no podría comprar. Todo el tiempo hacia la conversión a mi moneda y hacia comparaciones como «con ese precio puedo realizar el viaje que quiero, comprar una casa o un carro». Y en la noche a dormir en la sala de espera.

Después de esos días en el aeropuerto y practicando el poco francés que sabía, me sentía lo máximo. Estaba en la ciudad que quería, hablando el idioma que me parecía perfecto además del español, entonces llegó la hora de partir. Por fin nos dieron la noticia que saldríamos hacia Beijing.

Llegamos finalmente después de otro vuelo de diez horas, que la verdad son interminables, ya no recuerdo cuantas películas vi; aunque me apasiona viajar, le temo a las alturas, todo el tiempo me la pase viendo el mapa y pensaba » si el avión cae en este momento, caeremos sobre el mar» para mí no había muchas posibilidades de sobrevivir. Solo me sentía segura cuando el piloto bajaba el tren de aterrizaje, aun sabiendo que es mas probable un accidente aéreo en ese momento que cuando esta en el aire.

Aunque estábamos sudorosos, un poco sucios porque no habíamos dormido bien y mucho menos bañado, aplicamos otra consigna «porque los scout somos verracos, viva la madre que nos parió» continuamos porque deseábamos conocer una de las siete maravillas del mundo; la gran muralla China. Cuando llegamos no sentí nada, era como estar en Colombia, subiendo el cerro de Monserrate y se que estarán pensando que bruta es, como se le ocurre hacer esa comparación. Y así es.

En ese momento no dimensioné lo que estaba observando, solamente después de haber salido de allí y empezar a conocer su gente, su historia, pude comprender lo que significaba, las muertes que allí albergaba. Tal vez si hubiese llegado en ese instante con la mente abierta y no pensando en ese tedioso viaje en el cual estuvimos durante cinco días había comprendido que me encontraba frente a la construcción mas grande del mundo hecha por esclavos y que muchos de los cuerpos de los obreros que murieron sirvieron para amortizar el peso de las piedras como lo dicen algunos historiadores.

GRAN MURALLA CHINA

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