Gladiadores en El Coliseo

Gladiadores en El Coliseo

David Albero

28/08/2016

Era El Coliseo y era Roma. Y era aquella mole de ladrillo rojizo, era el ajetreo de cientos de turistas de todas las naciones, el sonido de las excursiones guiadas detrás de paraguas cerrados, el resplandor de los flashes…

Y casi podías ver las gradas a rebosar, la multitud gritando enfervorecida, sedienta de su pasatiempo favorito, de sus juegos de sangre.

Dos combatientes salen a la arena, dos luchadores fieros. La pelea es a muerte,
acero contra acero, músculo contra músculo. Luchan hasta que uno de ellos
derriba al otro y le pone la espada en el cuello. La plebe grita, pide su
muerte y se gira hacia el hombre más poderoso del mundo, a la espera de su veredicto.

Tú también le buscas sin querer, entre los ladrillos rotos. Y ahí está, el César, con su
corona de laureles. Extiende su mano, la expectación es máxima, finalmente el
pulgar apunta hacia abajo.

El acero rebana la carne. La multitud está pletórica, estalla en un éxtasis colectivo
cuyo sonido se eleva por encima de las gradas del anfiteatro.

Un reguero de sangre se extiende por la arena.

El perdedor sale a rastras entre abucheos y desprecios, no ha tenido suerte

El vencedor sale a hombros entre vítores y aplausos, hoy se ha salvado, mañana puede que su suerte cambie.

Todo por divertir a las masas.

Un grupo de turistas chinos se hace una foto con un palo selfi, detrás de los simpáticos asiáticos aparece el rostro ensangrentado del gladiador caído, la historia se cuela en el objetivo de su teléfono.

ROMA-EL COLISEO

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