Ingredientes nuevos

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ABD

26/07/2023

El pan de flauta, dentro de la jaba, escuchaba la conversación de la abuela con la madre; sentía el sonido de la nieta mientras salía de la casa en patines, y trataba de entender al nieto, quien apenas hablaba. Hubo un momento en que casi rio con la broma que el padre le contó a la madre y casi se emocionó cuando escuchó el beso que la madre dio al padre y al nieto. 

Pasados unos minutos, el pan empezó a sentir aún más movimiento en la cocina, el sonido de risas y calderos, los olores de sazón y entendimiento, las ruedas de patines entrando. Él, en el centro de la mesa, que quedaba en el corazón de la cocina, disfrutaba de la armonía del domingo mientras seguía todos los cuentos y recuerdos que sobrevolaban junto con el humo. Incluso se sentía aprendiendo y más integrado a la familia. 

Ya conocía que la abuela no era solo la abuela, había trabajado mucho tiempo como traductora y no existía quien no la apreciara. Su hija también había heredado tan buen carácter; no era solo la madre, sino que además era escritora y trabajaba en una editorial. Descubrió que el padre tampoco era solo el padre, sino un ingeniero que soñaba con ser futbolista. A cada rato se aventuraba en competencias con grupos de aficionados. Fue en una de estas competencias donde conoció a su esposa, quien andaba libro en mano para ponerse a leer debajo de un árbol, en cuanto terminara el partido. Ella no sabía entonces que un jugador curioso, muchos planes y dos niños se adherirían a su vida como una mezcla de harina, sal, levadura y agua. 

Sobre la nieta se sabía que era muy activa. El pan se dio cuenta rápidamente, no solo porque la familia hablaba de cómo le gustaban los deportes. El nieto resultó ser el niño de las historias; la atención que prestaba a los cuentos que le leían y a las interpretaciones de sus padres con voces graciosas era impresionante para su edad. El pan ya tenía la seguridad de que los nietos no serían solo los nietos, ni los padres, ni los abuelos, sino ese conjunto único, personalizado, propio, como él. 

¿Qué se puede esperar de un pan enriquecido con tantas historias, y hecho por las manos del abuelo?

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