Pan, tres letras, quizás signifique mucho más que un simple monosílabo. Tal vez sea mucho más que la idea de un simple alimento. Pan de trigo, pan de cebada, pan ácimo, pan con semillas, pan de salvado y pan tostado. Con manteca o dulce, sin olvidar el budín de pan. Redondo, alargado, con miga ¿En dónde pudo haber nacido? ¿Quién lo inventó? egipcios, griegos, romanos, latinos, árabes, africanos, atlantes tal vez, todos hacían su pan, de unos cereales molidos tostados que aguardaban bajo la lluvia y alguien los puso al fuego en una piedra caliente, bajo un leño ardiente. Cuantas variantes para un vocablo tan mínimo. En la antigüedad y en estos días. En la mañana, o en la tarde. El almuerzo o la cena. Caliente o frio. Fresco o perdido, enmohecido tal vez. Casero como más me gusta. En el camino, en la mesa, quien sabe quizás en que otro lugar, para no dejar rastros del último pan que queda porque siempre sus migas delatoras hablaran. Como símbolo en lo más profundo de nuestra historia, el pan como conexión con el más allá, unido a la vida y la muerte, como ofrenda a los dioses, su relación con la fertilidad y la protección.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS