Todo pasó un 5 de junio, cuando ya el año escolar estaba por terminar y el chiquillero de secundaria esta más alborotado que nunca. Por un lado, está el hecho de que se acercan las vacaciones y por otro lado la inquietud de la adolescencia. Por ese tiempo estaba por cumplir 15 años y, aunque había tenido un noviecillo cuando tenía 12 años, jamás me habían dado un beso. En algún momento le pregunté a una de mis amigas si a ella ya la habían besado, y, con aires de grandeza me contestó, -Para mí un beso es igual que tocarte la mano- ups, debo confesar que me sentí apenada por la tonta pregunta que acababa de hacer y rogué a dios que no me preguntara si también ya había recibido algún beso. De seguro dedujo que mis labios seguían vírgenes porque solo guardó silencio.  

Aquel día tuvimos la primera clase, esperamos que entrara el siguiente maestro pero no llegó, pasados unos minutos entró el prefecto y nos informó que las clases siguientes no las íbamos a tener porque algunos maestros iban a aplicar examen o les tocaba evaluar a otro grupo, apenas terminó de hablar el barullo en el salón no se hizo esperar, todos hablaban al mismo tiempo haciendo planes felices para aprovechar la mañana. 

Mis amigas y yo decidimos ir a una unidad deportiva que tiene varias canchas de básquet y voleibol. Al oír nuestros planes, varios compañeros y compañeras decidieron acompañarnos. Ya en la unidad pronto se organizaron los equipos y jugamos por un buen rato básquet, luego nos pasamos a la cancha de voli y estuvimos largo rato jugando, por fin ya cansados nos tiramos en el pasto platicando y disfrutando nuestro día de descanso. 

Uno de los chicos traía pateando el envase de un refresco o soda que se había tomado. A alguien se le ocurrió que jugáramos a la botella, y pues bueno, ahí estábamos  todos sentados en el pasto haciendo un circulo para el dichoso juego. No sé porqué,  pero siempre que era un chico y una chica los que quedaban implicados en el juego el castigo era un beso. Después de un rato se giró la botella y quedó con la boquilla hacia un compañero y la parte de abajo apuntando hacia mí, así que todos comenzaron a corear, beso, beso, beso. No quise verme  ridícula resistiéndome al beso, así que cuando aquel chiquillo se acercó para darme el beso me puse de pie y me paré frente a mi verdugo, él me rodeo por el cuello y me dio el beso. Me quedé asombrada de lo insignificante que fue aquel beso, yo me había imaginado algo muy diferente. Después comprendí que, para que un beso sea significativo debe haber  cierta atracción o algo de sentimiento por la persona que proporciona el beso, eso es lo que lo hace especial.

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