Anochece y Mario en su aposento la besa a ella. Disfruta el sabor de sus labios. Roza a la vez la piel de la muchacha con sus dedos. Acaricia su espalda. La tiene como la quería desde hacía mucho tiempo. Están en intimidad. Sigue él lamiendo esa boca de rubores. Así prenden los placeres. El joven es seductor gozándola. Ahora, la acuesta sobre el lecho. Va adosándola mansamente, siendo blando, decoroso con la novia. Sube él ya las manos para tocarle los pechos, que son suaves. Los palpa en medio de la penumbra. Allí asiente en su belleza perpleja. Inmediatamente, le larga el vestido, manda lejos el brasier de seda. Acoge al instante, las rosas extasiadas de esta enamorada, quien es rubia. Y ella ruborizada, se deja encandilar por la velada, porque ansía ser amarecida; creciendo en ardor, relumbra su dolor lascivo.

Parejo el novio, perdura en excitación. Aún soba los senos de la chica, se los aviva con unas ganas tremendas. Mario, vibra lleno de fogosidad. Más avanza hacia lo excepcional. Decide ya con aquiescencia, bajarle las tangas a su hermosa, Daniela. Entre tiemblos, le quita esas ligas blancas. Al tiempo, la contempla desnuda, abierta en flor, tupida de pétalos dorados. Esto delita a sí mayor sus hambres sexuales. Según lo juntos, pasa el joven viril a subirse en la hembra. Su cuerpo se aprieta al de ella. De a poco, va entrando al fondo de su vagina, mojando asimismo su edén de néctar.

Y Daniela, gime entre la agitación plácida. A escasas, dice que pasito. El muchacho al comienzo le hace caso, pero después la penetra con rapidez, con fuerza, hasta que la sacude a lo vehemente. De estremecimiento, sus cabellos se despelucan festivos. Con furor, ambos se revuelcan sobre la cama. Ellos mueven sus caderas, agitan sus piernas hasta lo delicioso. Mientras, la noche se riega de marlas con polvo de estrellas, lo inmenso de la creación.

Así, lo embelesado aumenta su concordia. El joven la remece hasta lo impoluto. Hace que el sexo de la mujer, se humedezca. El rio corre cada vez con más precipitación entre ellos. A solas, la sube para ponerla a vivenciar la misma eroticidad hasta cuando la libación suya, rebosa y mengua.

Al cabo de todo el vino, él se desliga de Daniela, suspira bálsamos y respira descansos. Se siente todo satisfecho y por fin, ve que su sexo sangra escarlatas, porque sabe que ha dado primavera a la virginidad de ella, para así madurarla a su bella.

RUSVELT NIVIA CASTELLANOS;

ARTISTA DE COLOMBIA.

FOTOGRAFÍA DEL TEXTO;

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