«La unión de labios», se cree y se señale ¡como Beso! donde nos vinculamos con lo -más profundo- de nuestra interioridad en la exterioridad y portada por el rostro. Porque es -en el rostro-, donde reside la boca y la palabra, los ojos, la risa, expresiones -de nuestra interioridad- y según los momentos, «de nuestra profundidad».

Pues no existen «muchos instantes» donde -se vinculen- interioridad y profundidad, sentir simpatía nos hable de «eso interior», pero amar a alguien «hable de esa profundidad» -que solo el amor puede habitar-.

Los labios «son el umbral» entre esas dos dimensiones ¡de lo exterior e interior!, pintados de rojo nos hallemos ante -la mayor sugerencia- del erotismo viviente, es tanto el sensualismo que rodean a los labios, que el hecho del rouge sobre ellos, el posar del mismo en lenta incandescencia, ¡hipnotice a aquellas que así lo hacen!.

Momentos en que la «auto eroticidad» dice presente, por la magia y el misterio que los labios «tienen en los rostros», el mismo que conforma la sede -de lo que somos- desde el «aparecer mundano» de nuestros rostros.

Pero pusimos en tela de juicio que -la unión de labios- diste mucho «de ser un beso», la fenomenología no pueda acceder a ese beso, solo pueda «hablar» de labios, cercanías, cierre de ojos, estrechos instantes y punto, no puede hablar del beso, no lo ve, «solo lo que ve» es ¡unión de labios!, entonces, ¿que hace que un beso sea beso y en cierto modo -trascienda- a todos los elementos e instantes anteriores?.

Usted ¡jamás ve al beso!, sino que eso que ¡ve! es «unión de labios» y -el beso es beso- porque instala en la tierra «el mayor decir» desde -el mayor silencio- y el mirar -asombrado- de las almas «besadas».

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