Ahí está, en silenciosa espera, aún se puede encender pues tiene la batería cargada. Me pregunto si le quedará saldo para hacer llamadas; sin embargo, ya no hay voz, ni voces. Si es que alguna vez existieron… Ya nada importa una voz ya no se escuchará…

— ¡Aló! oye, déjate de tomar ¿me hechas de menos? Ya, pero ándate a la casa enseguida, no te quedes con tus amigotes por ahí perdiendo el tiempo, te conozco y sé lo bueno que eres para andar enredándote en fiestecitas, así es que derechito para la casa.

Lo observo, ya ha pasado de moda muchos podrán decir, es solo un teléfono, un celular de los más antiguos, no tiene valor alguno. Y pienso… Deben tener razón, simplemente porque no saben, ni de quien es ni porqué medito en su estado…

—Hola ¡Oye no me llames a esta hora! No ves que me acuesto temprano. Aquí se enojan si se siente mucho ruido dime luego que quieres y te corto.

—¡Qué tal Olivia! Tus cosas ¿Bien?

—Si, señorita muy bien pasando rabia como siempre

—Con tu novio, supongo.

—Pues sí, está en lo correcto se fue de farra el fin de semana y se quedó sin un peso para cargar el teléfono, tengo que estar llamando siempre yo, tiene cara. La verdad es que ya no tengo ni ganas de llamarlo, desde que murió mi compañera de cuarto creo que nada tiene sentido, ni el teléfono.

—Recuerdo que la señora Juana, decía que yo elucubraba hablando con un hombre imaginario. En verdad, en el fondo lo hacía por ambas. ¿Sabe usted que el amor  no tiene edad?

—Yo imaginaba a un hombre joven de ojos esmeralda, con pelo en pecho muy bien dotado, con unos pectorales irresistibles, que cualquiera quisiera estar abrazada a él. Unas piernas y brazos musculosos y repetía todo lo que me decía por teléfono.

—Bueno Olivia, ¿era o no era real? A ver dime la verdad, yo sé cuándo la gente miente de solo mirarla a los ojos. Mírame, mmm…

—En las noches observaba a la señora Juana, y simulaba hablar por teléfono, la sorprendía con alguna conversación subidita de tono, me gustaba llamar su atención. Se que la sacaba de su rutina, era como un teatro de esos que se oían en antaño por la radio. Y ella con sus penurias a cuestas acababa rendida, cuando terminaba yo “supuestamente” de hablar. Señorita es muy difícil aceptar que no te puedes mover, eres una persona independiente, que ha trabajado toda la vida, has dado estudio a tus hijos y de pronto una trombosis te quita toda tu independencia. Y cuando crees que te toca disfrutar de tu familia, tu descanso. Todo se va al carajo. Tus hijos por los que has dado la vida deciden dejarte en un hogar porque nadie puede cuidarte. Cada cual tiene su vida y sus responsabilidades.

Por eso la entretenía con mis historias y el teléfono es mi alcahuete, ya sabe, aunque nadie quiere creer, me contesta…

— ¡Ah, que me vas a hacer el amor! Y la miraba de reojo ella se hacía la dormida, y yo continuaba ¿me vas a tocar con palabras? Oye, eso es pecado ¿Qué estoy grande? Pues, si en verdad tengo 72 años más que grande diría yo. ¿Ya dime, que quieres saber? sí, si tengo sujetador, no en verdad no, me lo quitaron para dormir, solo estoy con pijama, si, es de dos piezas. Ya cállate mejor, te pueden oír, si, mi compañera. Ya no me digas palabras obscenas. ¿No ves que nunca me he casado? Mejor hablamos mañana, quítate tú la ropa y dime que tienes en tu entrepierna, ya voy a colgar o me van a excomulgar por este pecado. Chao…

— ¡Olivia, me dejas asombrada! Sin embargo, creo, que no tienes por qué avergonzarte, eres mujer y todas tenemos nuestras necesidades, no es nada del otro mundo, siempre he tenido, bueno creo que todos nos preguntamos en algún momento de nuestras vidas si el amor tiene edad, si los deseos sexuales perduran con los años y por lo que he visto aquí, tener y sentir deseos de amar y ser amada, nace y muere con uno.

—Pues si señorita, sabe yo nunca me case, por mi carácter, siempre fui muy peleadora, terca. Mi madre que en paz descanse, se aburrió de mí, creo que estoy pagando mis pecados. Ella era una santa. Solo que nunca me dejó salir y llevar una vida normal. De joven viví para ella y cuando me vino esta enfermedad a mis huesos ya era tarde, no pude dedicarme al amor con ningún hombre, así que nuestra relación se tornó insoportable, ella murió triste al verme sola por cuidarla, bueno mal cuidarla, vivía reprochándole mi enfermedad.

—Mi hermano me trajo a esta casa de acogida, porque ya no podía mover mis manos, él no podía cuidarme yo le decía que me dejara sola, pero, pensó que sería peligroso, podría tener algún accidente, en fin, es por eso por lo que llevo ya siete años aquí.

—Olivia, ¿llegaste así al Hogar Betania? Me refiero si estabas rígida y sin poder doblar tus rodillas  ¿o esto ha ido avanzando?

—Llegué caminando sola, señorita Ángela. Flaca como palo y bueno la artritis es así, si una no se cuida tomando sus remedios y haciendo ejercicios, llega el momento en que todo ya es tarde, hasta la fisioterapia.

—Y por lo visto ahora estas peor desde que murió la Juanita, no hace ni un mes. Te encuentro cabizbaja, solitaria, muy triste. Debes animarte, tienes nueva compañera de cuarto ¿no le hablas de tu novio, quizás deberías hacerlo, no crees?

—Me siento mal, supe que mi hermano tiene cáncer escuché que hablaban, el domingo cuando me llevaron a casa de mi hermana. Él es quien me viene a ver los días de visita y me trae los pastelillos que me gustan, conversamos un rato y el día se torna menos aburrido.

—Olivia, el cáncer en este tiempo es como la gripe, casi todo el mundo lo sufre, sin embargo, la ciencia tiene muchos avances se puede detectar a tiempo, hay tratamientos y se rehabilita a las personas. Solo te pido que te preocupes por ti. Alimenta tu cuerpo que es nuestro tesoro ¿sí? Júrame que vas a comer, te estaré vigilando de cerca…

—Señorita, quiere guardarme este anillo por favor, me lo obsequió la hija de mi compañera, ella venía del norte todos los años a verla. Y se venía al hogar a buscar a su madre por 15 días; eran sus vacaciones y se dedicaba por entero a ella, una hija ejemplar. El año pasado me lo trajo, tiene una piedra muy hermosa. Quiero que lo cuide, es que me llevarán al hospital; mañana me lo pasa. No quiero perderlo es un hermoso recuerdo ya que la hija de Juana no volverá por estos lares, ya no tiene a quien venir a ver.

—Bueno, pero antes tienes que prometerme que comerás.

—Lo prometo, bueno lo intentaré, aunque no sienta hambre.

—Sabes, aquí dicen Olivia está muy mimada, se ha vuelto una consentida. Si no hacen lo que pide, amenaza con dejar de comer. No me digas que estás copiando lo de las huelgas de hambre, ¡que si dan resultado eh!, ja, ja…

—Vamos anímate seguro que la Juanita te estaría llamando la atención, apuesto que te diría “Olivia, si no comes no hablas por teléfono”

—Ya no siga que me da vergüenza, seguro sabe que todo era un espejismo, simplemente lo hice para salir de la rutina y de nuestros días lentos sin novedad, sin motivación, ese tiempo tan abismante, ahora sin ella se ha puesto peor, ¡la extraño en demasía! Tenía que haberme ido con ella, eran muchos años compartiendo habitación. Dios tiene que acordarse de mí y llevarme con él.

¿Y ahora? Ahora solo está el teléfono y el recuerdo de sus ojos hundidos, su olor a muerte en aquellos momentos cuando su rigidez la dejó caer seca al suelo, se armó un alboroto en el pasillo. Iba dejando la ropa limpia en los cuartos de los ancianos cuando vi correr a todo el mundo para levantarla. Pero volvía a caer, sin fuerzas para sostener el peso de sus huesos quebrantados, desnutridos, sin vida…

Cómo puede la soledad llenar este vacío de tu presencia, estos pasillos cada vez se tornan más sombríos en estos cinco años que llevo conociendo a tantos ancianos, me he acostumbrado a sus historias, sus penas, el abandono constante de sus familiares. Lo más trágico es que muchos los dejan aquí y se olvidan de ellos. Es verdad que muchos tienen problemas para cuidarlos por sus trabajos y que haceres, los niños y que se yo, miles de escusas.

A veces me duele el corazón ver tantas historias que no se pueden creer y me pregunto a dónde llegaremos con una generación así. Que ya no cuida de sus mayores sólo les preocupa trabajar y trabajar, como autómatas para acumular cosas que más bien te apartan de la familia.

Mi madre se hace mayor también, pero, yo no dejaré que venga a un lugar así. Tiene hijos y nietos, sobrinos y ha dado todo por nosotros merece terminar sus días en su casa, la que le costó sudor y lágrimas. Al lado de su familia.

Y si llamo, ¿Contestará? Olivia, ¿Dónde estás?…

Contesta el teléfono… Háblame por favor quiero saber que hay otra vida más allá, donde no se sufre, no hay abandono ni soledad. Estoy llorando ¿sabes? Tengo miedo de extrañarte, se han ido tantos, no obstante, se vuelve a llenar la residencia. Nunca está vacía y te vuelves a encariñar con los nuevos. Te cuentan sus historias te involucras, aprendes, sufres y sigue un nuevo ciclo…

—¡Aló! Olivia, ¿Sí? ¡Ah! estas con Juana, que bien, eso significa que… Si ya sé estas bien, muy bien…

Bueno teléfono hoy llega una nueva residente te dejaré aquí en la mesita de Olivia. He escuchado que se llama Martha y que fue artista. Si, una actriz seguro que te dará buen uso.

— ¡Hola! ¿Eres Martha? Me han dicho que eres actriz. ¿Qué tal llevas el día? Me imagino que te gusta este lugar, te veo contenta.

—Buenas tardes, señorita ¿usted trabaja aquí? No la había visto antes.

—Si, soy la lavandera mi nombre es Ángela, paso por las noches a retirar la ropa sucia y aprovecho de conversar un ratito con los residentes. Quería contarte que se sobre tu caso. Tus padres no querían que fueses artista y te encerraban para que no salieras, además tenías profesores particulares y querían que fueses médico. Sin embargo, escapaste de casa para atrapar tus sueños y te convertiste en una actriz de renombre. ¿Estoy en lo cierto?

— ¿Cómo puede usted saber tanto sobre mí si la acabo de conocer?

—Estas paredes hablan, ja, ja.

—Bueno cariño sólo quería que supieras que todas las noches me doy la vuelta por aquí y que, si me necesitas en alguna ocasión especial, tienes el teléfono, solo me hablas y estaré aquí en un santiamén. ¿Vale?

—Claro, muchas gracias, señorita Ángela buenas noches.

— ¿Qué tal Martha, has pasado bien tu primera noche?

—Si, si señorita gracias, quería preguntarle por la muchacha de la lavandería, quiero darle una ropa sucia que traje, puesto que no recordaba que estaba en mi maleta.

—Justo ahora la iba a llamar por teléfono. Esta máquina me la dio ella.

— ¡Ah, el teléfono! Mira, vamos a desayunar y luego platicamos ¿vale?

—Ángela le has dado el teléfono de Olivia a Martha, si ese aparato está muerto tantos años. ¿Qué pretendes chiquilla?

—¡Ay, Clarita! quiero que sueñe, que tenga ilusión. Es muy mayor y está muy triste necesita un poco de magia ya ves, es actriz le hará bien hablar con nuestros “Amigos Especiales” ya sabes ese teléfono es sobrenatural y habla por las noches ¿no lo comprendes?…

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