Mi abuela, un libro vivo.

Mi abuela, un libro vivo.

Recuerdo la época del mechón de gas, que cuando me daba dolor de estómago o me hacía alguna herida o un algún puyazo, mi abuela sacaba la mecha sucia de gas y la pasaba por donde tenía la herida o el dolor; recuerdo que en esa época sacaban a los enfermos en hamacas, momentos en que se notaba la unión, el apoyo y la solidaridad del vecino; recuerdo que se iba donde la vecina a santiguar a los niños porque sufrían de afición o mal de ojos; recuerdo que mi abuela hacía calilla y la amarraba alrededor del cuello para las lombrices; recuerdo que cuando enfermábamos, mi abuela hacía calducho o juguito de pollo criollo para recuperar las fuerzas; recuerdo que las tierras eran cenagosas, que para salir en el invierno tocaba regazarse el pantalón y llevar las abarcas en la mano; recuerdo que cuando niño, mi abuela me llevaba al corral cuando iba a ordeñar y sacaba del balde un vaso de espuma de leche recién ordeñada para que lo tomara y ahora que no vivo a su lado, recuerdo con nostalgia aquellos momentos compartidos con ella cuando me decía: 

«Mijo, escucha los perros, oye, será que se metieron a robarse las gallinas, esos perros si ladran, oye cómo aúllan ¿será que murió alguien y esta recogiendo los pasos por ahí? Vaya, esos animales si friegan, no dejan dormir. Este pelao si duerme, no escucha nada. Fredy… levántate, ya es de madrugada, los gallos están cantando y la chamaría también, ya son las cinco de la mañana. Te va a coger el día para ir a buscar el agua mijo, ve rápido que hoy no hay ni para lavar los chócoros, ni para cocinar, sino no comes. Ve rápido, que ya el burro está amarrado, con la angarilla y las canecas puestas, mira a ver cómo quedaron las esterillas, no sé, parece que vi una rota, no dejes que el burro se vaya, porque si se suelta, te toca ir a cogerlo a ti y es difícil porque hay una burra alegre por ahí. Ve que ya hice el café, ahí está en la hornilla, está servido en el pocillo mocho, porque ayer cuando la gallina puso, salió corriendo y cacareando y lo tumbó, le partió la oreja, pero el café está calientico, para que te lo tomes antes de irte a buscar el agua y ahí en el caldero hay un pegao de arroz con coco, que quedó ayer, te lo comes para que no te vayas con el estómago vacío. Hay Fanny, mija, anoche estaban esos perros ladrando y aullando, las gallinas cacareaban, las cocás también con esa buya y ese pelao que es una piedra, no siente nada. Yo no sé esos animales que les pasaba anoche, porque esa era mucha buya, yo creía que hoy iba amanecer con una mala noticia, de que alguno había muerto por aquí, porque cuando eso pasa es que alguien esta recogiendo los pasos. Pensé que era el vecino, porque como él está enfermo y tiene como tres días de estar en el hospital, pensé que era él, pero menos mal no pasó nada ¿tú que has sabido de él mija? ahora que te vayas pásate por su casa y pregúntale a su mujer por él, porque eso da pena y si alguna cosa, le llevas unos huevos, azúcar y el café, esa pobre señora debe estar sin plata, pero bueno, esos animales de seguro que vieron al alguien, me imagino que era un ladrón o alguien que pasó borracho por ahí, porque anoche yo también escuché una música a lo lejos, como para los lados donde Josefa, como que estaban de parranda. Bueno, y este pelao si se esté demorando buscando esa agua, ya es para que estuviera aquí, desde cuando no se fue, ahora que venga tienen que irme a buscar la leña, porque el fogón está apagaito, solo están las cenizas y los lobos bañándose en él. Fredy, o mijo que tienes, te veo, así como pálido ¿te sientes mal? O Rosa, mira ese palao como está, está amarillito, será la lombriz que lo está jodiendo y lo va a tumbar, busca el mechón allá para sobarle la mecha en la barriga, para que la lombriz lo deje quieto. Voy a matarle un pollito para darle juguito de pollo, para que se reponga. Ese pelao yo lo veo mal, voy a ponerle una calilla de tabaco amarrada en el pescuezo, o Gustavo, dame una mascá de tabaco para ponérsela a este pelao que lo veo mal desde hace rato. Ya parece que lo estoy viendo que se está recuperando, voy a darle un calducho con cebolla ahora para que se termine de parar, ya le veo un nuevo semblante. Estos pelaos comen de toda maricá por ahí y no se cuidan, ahora rato parece que lo vi comiendo mango con sal, me tenía asustada, menos mal que no botó lombriz, mañana le voy a dar un purgante de majagua o de leche de magnesia para que bote todo eso que tiene ahí en la barriga».

Mi abuela nació en el año 1929, en el corregimiento de Manguelito-Cereté, ella quería estudiar y dice que le gustaba, además creía que podía llegar a ser muy buena estudiante en el colegio, porque solo en una semana que asistió a la escuela aprendió a escribir algunas palabras y a conocer algunos números, pero no pudo continuar… ¿Qué paso?… La sacaron del colegio, es así como sus ganas de aprender quedaron en el aire y también sus sueños.

A ella le frustraron sus deseos de estudiar, según cuenta, porque sus papás no le permitieron hacerlo ¿por qué?… Por culpa de creencias erróneas. Ellos creían que su hija, mi abuela, iba a la escuela para aprender a escribir y así poder “hacerles las cartas a los novios”, ellos creían que las muchachas iban al colegio a buscar novios y ese fue uno de los factores que alejaron a mi abuela de su proceso escolar.

Además de estas creencias, en esa época la pobreza de su generación era un factor que afectaba todos los aspectos de la vida cotidiana, al igual que ahora y por eso los padres le daban mayor prioridad a las labores del campo y a las del hogar.

Ella relata que le tocaba ir a buscar agua, después venía a lavar los chócoros y la ropa, también tenía que cocinar, barrer, pilar, limpiar arroz y muchas otras actividades laborales.

No fue fácil porque ella quería superarse, pero no lo hizo porque sus padres envueltos en un bajo nivel educativo tenían creencias erradas. El analfabetismo de ellos no les permitía analizar, tener conciencia y mirar hacia un futuro en mejores condiciones de vida.

Ellos creían también que la educación era para los hijos varones, para los muchachos, porque una mujer en la escuela iba era a verse con el novio y como en esa época no había tanta libertad, los padres eran muy tradicionalistas, de pensamientos rígidos y ellos en esa época tenían la potestad de mandar y en muchos casos golpear a sus hijos para corregirlos en sus procesos de orientación.

La China, como popularmente se conoce mi abuela, es hija de Manuel Carvajal y Damiana Mendoza, ella no sabe leer ni escribir, nació en una tierra de músicos y de bandas folclóricas, su niñez la vivió en ese corregimiento, en el cual conoció su primer amor de donde nació su primer hijo, pero esta relación duro poco.

Después se casó con Camilo, mi abuelo y por las necesidades de la vida, por la falta de oportunidad en su pueblo, por la falta trabajo y en busca de una mejor forma de ganarse el sustento y mantenerse, tuvieron que viajar a buscar nuevos horizontes por otros rumbos y se trasladaban por diferentes partes del departamento cuidando fincas para poder mantener a sus hijos.

Por estas razones caminaron muchos pueblos y caseríos. Ella vivió junto con mi abuelo en Guasimal-Montería, los Venados-Valencia, Plaza Bonita y Revolcado-Planeta Rica, Pica Pica-San Jorge, el Manso-Tierralta, la Coroza-San Carlos y actualmente vive en la Ceibita N.º 4-Cereté, con noventa y un años de edad, madre de cinco hijos y abuela de treinta muchachos y con una vida más tranquila.

Hoy cuenta lo difícil que fue su vida por las situaciones de pobreza que atravesó durante toda su juventud, puesto no tuvo el apoyo de sus padres para seguir adelante y por falta de oportunidades al no tener un título profesional con que defenderse de una manera diferente.

Ella relata que cuando se enfermaba en alguna de estas veredas donde vivió, tenían que sacarla en hamacas durante varios días de a pies y en medio de esta narración recuerda, que una vez se enfermó en la vereda El Manso, una zona montañosa perteneciente al municipio de Tierralta, de la cual la trasladaron de esta forma, pero primero tuvieron que atravesar varias leguas de chorro de agua del Rio Sinú en balsas, un medio de transporte artesanal hecho con “bejucos que unían los troncos secos de árbol de balsa”, como único medio en el que lograron llevarla hasta donde la trasportarían de a pies con la hamaca hasta el hospital de Tierralta, donde le brindaron los servicios médicos.

Lo más doloroso que ella cuenta de ese hecho, fue que sus hijos tenían que quedarse donde alguien que se los cuidara mientras ella la internaban en el hospital y su esposo, mi abuelo, se regresaba a trabajar para poder mandar los aportes económicos necesarios para esta situación, porque como es de comprender, en esa época no había ayudas de ninguna forma como hoy, todo era pago.

Ella dice que sus hijos se los cuidó un familiar durante el tiempo que duró internada, más o menos tres meses y las visitas en los hospitales no eran como hoy en día que los familiares pueden ir a visitar al paciente en varios horarios de la jornada cotidiana. Antes no era así, pues había que esperar ocho días, es decir, las visitas eran permitidas los domingos exactamente, es así que para poder ver al familiar enfermo había que esperar ocho largos días.

Este es uno de los hechos que más narra con dolor y tristeza mi abuela en esos momentos envueltos de pobreza, no tuvo una vida fácil, todo fue muy duro, muchas veces pasaban hambre y hasta se acostaban sin probar bocado. Una época dolorosa para ella, para mi abuelo y para sus hijos, puesto su futuro dependía del día a día que se ganaba mi abuelo en sus labores del campo mientras ella se hacía cargo de las labores del hogar.

Mi abuela no pudo estudiar y por eso vivió muchos momentos dolorosos que fueron muy frecuentes en su vida, por tal razón ella comenta que es muy importante resaltar en las personas a diario, que deben darle valor y brindarle la importancia necesaria a sus procesos educativos escolares, para que puedan mejorar así sus condiciones de vida y no tengan que sufrir como sufrió mi abuela.

Las cosas para abuela hubiesen sido muy diferentes si le hubiesen permitido estudiar y haber alcanzado un título profesional, por lo que hoy en día a su edad tuviera muchos beneficios y no habría tenido que pasar por muchas necesidades o problemas económicos por los que pasó.

Hoy en día es una abuela muy cariñosa que nos alcahuetea todo y nos aconseja a todo momento que luchemos por superarnos.

Ella es un ejemplo para mí y es uno de los motivos de mis luchas para mejorar y superarme. Es por esa abuela hermosa y berraca que le doy la lucha a la vida y por lo tanto quiero mejorar para poder aportarle lo que se merece.

Gracias abuela por tus consejos y por el apoyo que me has dado, ojalá más personas lean este relato y escuchen las palabras de ella sobre lo fundamental que es la educación, para llevar una vida digna en mejores condiciones sin tanto sufrir.

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