El sabor de las ansias de volar

El sabor de las ansias de volar

Maialen Sebastian

03/06/2017

Sí, lo sé, soy un cero a la izquierda en los fogones. Se me han vuelto a quemar las alubias. Ya es la tercera vez. La última vez que comí alubias, me pase los tres días siguientes con retorcijones porque no estaban bien hechas. Así que para evitar esto, ahora las tengo más tiempo en el fuego y luego pasa lo que pasa. Por lo menos esta vez he podido salvar el chorizo.

Voy a ser sincero, me deberíais de llamar el Capitán Desastre. Porque sí, soy un vago, y mi piso parece un campo de batalla entre ladrones, todo está manga por hombro, la ropa del trabajo en la cocina, los vaqueros y el jersey de ayer por la noche en el baño, los calcetines en la sala… pues eso, un desastre. Y ya que hablamos de ropa, no, tampoco sé plancharme una camisa. Y ni hablar de hacer la colada: ¿Programa delicado, mixto o sintético? ¿Lavar en frío o en caliente? ¿Ropa de color, negra o blanca? ¡Y yo qué sé!

Nunca presté la suficiente atención en casa. Era muchísimo más fácil esperar a que me sirvieran la comida en el plato, a que apareciera la ropa limpia y planchadita en el armario como por arte de magia. Todo iba al cesto de la ropa sucia y no había más complicaciones. A día de hoy, en cambio, más de la mitad de mis calcetines blancos son de los colores del arcoíris, y más de una camiseta a rayas se ha convertido en un intercambio de tonos del mismo color. A eso si que lo llamo yo magia.

De todos modos, no os vayáis a creer que soy un completo negado, tampoco es para tanto. Hay algo que se me da bien en esto de vivir solo: llenar el frigorífico. Sí, por muy raro que parezca siempre procuro que esté relativamente lleno, pero de cerveza y yogur para beber. Puede que en mi piso falte pan del día, pero nunca faltará una birra.

En fin… Nunca me imagine que vivir solo fuera tan duro, sino hubiera retrasado el vuelo un poco más. Al menos hasta haber aprendido a aterrizar. Pero no, el pajarito, o sea yo, pensó que ya era hora de abandonar el nido y decidió que ya sabía jugar a ser águila y conocer nuevos cielos.

Ahora me arrepiento, pero no se puede editar el pasado. Si sólo hubiera sido más atento… no estaría ahora pensando en todo esto mientras me como unos macarrones al dente, por llamar de alguna manera a estas piedras con forma de espiral, acompañados con el chorizo rescatado minutos atrás y las sobras de los últimos cinco días. En fin, este debe de ser el sabor de las ansias de volar. ¡Que aproveche!

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