Tres velas negras

Tres velas negras

Pedro Barsanti

25/05/2017



Cada vez que aspiro el aroma de unas croquetas, me acuerdo de la bruja Lola. De hecho, ahora me llegan los efluvios de una ración que han pedido en la mesa de al lado y me están entrando unas ganas irresistibles de encender tres velas negras. La culpa, como no, fue de la lluvia. Aquella tarde empezó a diluviar de tal modo que tuve que refugiarme en una de esas cafeterías de moda, donde a las magdalenas las llaman mafins y sirven una bebida con nombre de monje franciscano llamada frapuchino. A mi lado se sentó una pareja de jóvenes. Agucé el oído:

—Las croquetas de mi madre son insuperables —dijo ella mientras removía el azúcar de su té.

—Eso lo dices porque no has probado las de la mía.

—Ya, pero mamá las hace con jamón ibérico y deja la masa reposar al menos dos días.

—Pues mi madre usa cecina en vez de jamón, le da un sabor más intenso, con más fundamento.

La conversación, además de abrirme el apetito, me hizo salivar recordando las croquetas de mi madre y cómo estallaban en la boca con su petulante esponjosidad. También me pregunté si las masas reposarán como los humanos, con sus propias manías. Yo tengo que echarme la siesta con manta y el mando del televisor en la mano, en caso contrario, no descanso. Seguí escuchando:

—Tu madre es de León y es imposible que allí sepan preparar croquetas como las madres de aquí, las de la capital —dijo ella

—Pero, ¿qué estupidez es esa?

—¡Ah! Como no te doy la razón, ¿ahora soy una estúpida?

—Yo no te he llamado estúpida. Digo que lo que has dicho es una estupidez, es muy distinto —replicó él.

—Claro, eso es porque quieres más a tu madre que a mí.

—Por Dios Laura, a veces eres insufrible. ¿A qué viene eso?

—¿Sabes lo que te digo? Vamos a pedir a nuestras madres que preparen una ración y hacemos una cata los cuatro para decidir cuáles son mejores.

Se quedaron pensativos. Ella removiendo su té y él sorbiendo su frapuchino. No pude resistirme e intervine:

—Disculpen jóvenes. ¿Les importaría si mi madre prepara otra ración y participamos los seis en la cata?

—¿Por qué no se va usted un poquito a la mierda, pedazo de cotilla? —dijo ella, creo que algo molesta.

Cogieron sus bebidas (contenidas en recipientes biodegradables de cartón) y se marcharon de allí malhumorados. En ese momento recordé que mamá hacía ya diez años que había muerto. El único modo de preguntarle si quería participar en esto era contactar con ella a través de un médium. Si no aceptaba, al menos podría pedirle la receta, prepararla yo mismo y volver a disfrutar de esas sublimes croquetas. Conseguí el teléfono de la mejor, la bruja Lola, pero no he encontrado el momento de llamarla. Lo he ido dejando y hasta hoy. Cualquier día de estos, alentado por el aroma de unas sabrosas croquetas, la llamo. ¡Que cosas!

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