Perfume de los abuelos

Perfume de los abuelos

Diana Zelcer

03/05/2017

Las mariposas multicolores se adueñaban del paisaje y sus colores se confundían con el de las violetas.La abuela como todos los viernes viajaba a la casa de los suburbios para quedarse con sus nietos.Preparaba sus recetas mágicas para el disfrute de todos. La primavera se podía oler en el jardín.

Llegaba a la tarde, bien tempranito, cuando en otras casa se dormía la siesta. Con un transporte desde la capital recorría los veintidós kilómetros que lo separaban,en una hora y media de viaje. Traía un bolso de «laboratorio gastronómico» lleno se frascos y otras hierbas aromáticas que perfumaban su andar cual perfume francés.

Miriam ,la abuela,había nacido en Rusia y a los siete años su familia, escapando de la guerra, se trasladaron desde su país natal, a diferentes lugares,unos a Buenos Aires ,otros a Santiago de Chile.
El abuelo,había nacido en la Argentina, siendo descendientes de rusos que habitaron una zona rural de la provincia de Buenos Aires.
El Tata, como lo llamaban en el campo, le gustaba vestirse de gaucho y se pasaba casi todo el día en la casa de los suburbios escribiendo relatos sobre los indios que habitaron el Chaco y sus epopeyas, El mate era su fiel compañero y el olor a yerba se entremezclaba con el olor a la tinta de la máquina de escribir.El tecleo de las letras invadían el silencio de la sala comedor de aquella vieja casa.
Mientras la abuela , recolectaba moras de los árboles frutales del jardín, el perfume de los kinotos,higos,moras y nísperos flotaban desde la cocina atrayendo por igual a nietos y abejas imposibles de sacar de la cocina.
La mezcla misteriosa y agria de las guerras indígenas plagada de un sabor metálico de flechas y sangre con el mohoso diccionario del abuelo hacia mas oloroso el ambiente de aquella casa.
Todo parecía volverse en cámara lenta cuando la abuela Miriam anunciaba que iba a enfrascar los dulces. Galopaban por todos los espacios de la casa los aroma a los frutos almibarados y tanto grandes como niños corrían a presenciar la puesta en escena de la abuela que decía en vos muy alta:
«-Primero lavamos los frascos con alcohol,después los hervimos y los dejamos enfriar en el agua…y luego a cucharada tras cucharada se llenan.» Después venia la tarea de etiquetarlos y guardarlos celosamente.

Cincuenta años después vivo con nostalgia los recuerdos perfumados de mis adorados abuelos.

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