Patatas «pegás» de la yaya

Patatas «pegás» de la yaya

Hoy cortando las patatas, chafando el ajo, echándo el aceite en la sartén que se calentaba a fuego lento me transporté a tiempos de mi niñez, cuando la posición que ocupo yo la ocupaba mi abuela.

Ha sido como un viaje en el tiempo, me veía años atras en su casa y yo más bajito contemplándola, creciendo poco a poco, hasta que fuí más alto que ella.

Ella, tan generosa, con una sonrisa mientras cocinaba.

Hablábamos mientras pelaba las patatas, me contaba y yo a ella. Al poco ya empezaba a sentirse ese olor a ajo, ese aroma entremezcaldo de las «patatas pegás», con su sal y su aceite de oliva.

Acompañaban siempre a un trozo de carne o pollo, a la plancha y no faltba el allioli o la mayonesa con ajo, la ensalada para compartir y el agua en el centro. El pan, ese pan de panadería con su masa y su miga, su corteza gruesa y crujiente.

El frescor del exterior se colaba en la casa, yo me sentaba en la mesa, en una silla de madera, de esas que tenían cuerda de paja

y sonreía.

El sol, cuando lo había, entraba y su luz era suficiente para iluminar la sala. Comíamos, a veces más lento a veces más rápido. Degustábamos la comida y charlábamos, me hablaba de mi abuelo, de sus problemas cotidianos, de su pasado, se interesaba por mis estudios y me decía que tenía mala cara y tenía que comer más, ¡cosas de abuelas!.

A veces la tele estaba puesta, en ocasiones veíamos noticias, otras novelas, algunas los simpson a los que llamaba «los amarillos» y programas musicales.

Simpre había algo que comentar. Para bien o para mal.

Me empachaba de comida, no tanto porque comiera mucho era, más bien, porque su cariño al cocinar y su satisfacción al verme comer me llenaba si no el estómago, el corazón.

La recetea en sí es múy sencilla de preparar:

Se chafa el ajo y se pone a freir a fuego lento con un poco de aceite, se pelan las patatas y se cortan como si fueran para tortilla de patata y se añaden a la sarten, a fuego lento y tapadas se van cociendo. Se tiene que ir removiendo de tanto en tanto para que no se quemen y cuando están «blanditas» se retiran del fuego.

Pero siempre tendrán el sabor a mi infancia y al cariño que nos teníamos mi yaya y yo.

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