Mi primo Pepe

Mi primo Pepe

Ana Mil Días

16/12/2021

Antes de que el dios de la tecnología acampara en nuestro mundo para no marcharse, la línea que separaba lo ocurrido de lo que creíamos recordar era invisible. Por ello pido disculpas de antemano por los errores que pueda haber en la historia que voy a contaros. Lo cierto es que no puedo acudir a ese dios para preguntarle en que lado de esa línea se encuentran mis palabras, ya que cuando sucedió todavía no había aterrizado en forma de vídeo, foto omnipresente, archivo de audio, o cualquiera de las manifestaciones digitales en las que decidió encarnar.

» Era una fría mañana de invierno, o quizás una tarde, o tal vez era en primavera, cuando la señorita Maria Ángeles mi profesora de quinto de la antigua EGB, nos invitó a reflexionar sobre cómo esperábamos que fuera el siglo XXI. Recuerdo el aula, su suelo claro, sus mesas, e incluso donde me encontraba yo situada. Creo recordar con una «borrosa nitidez» aquella tormenta de deseos, aquella lluvia de temores o de premoniciones. Todas aquellas expectativas y sueños. En definitiva, aquel torrente de imaginación de un grupo de niñas de 10 años.
– Yo creo que llevaremos trajes plateados- comenzó Mónica, siempre tan surrealista.
– Yo creo que tal vez ya no existamos- continuó Purichi- quizás haya una tercera guerra mundial, y aprieten el famoso botón de los misiles, y a partir de ahí todo desaparezca.
– Yo creo que los coches se convertirán en naves espaciales- dijo Charo.
– A lo mejor inventan una máquina que solo con tocar una tecla, tengas los deberes hechos- fantaseó Nuria.
– Viviremos en otros planetas- dijo entusiasmada Patricia.
Esperé con el brazo levantado hasta que  la señorita me dejó hablar.
– A mí lo que me gustaría es que hubiera teléfonos con  tele para así poder ver mi primo Pepe cuando hablemos con él, aunque esté en el hospital. Y poder llevarlo siempre detrás por si llama cuando no estamos en casa.
– Quieres mucho a tu primo, ¿verdad?- contestó la maestra mientras me miraba con ternura.
– Ojalá, pero eso es imposible. El teléfono tiene que estar enchufado a una línea que le de señal, y además en el auricular no cabe una pantalla- explicó Cristina con la  inteligencia que la caracterizaba. «

Más de tres décadas después, mi primo habría cumplido cuarenta años y de vez en cuando, con un telefono con pantalla y sin cable en el  bolso, y la nostalgia de una adulta, que lleva casi los mismos años con un móvil pegado a su cuerpo, que los que pasó sin él, de vez  en cuando regresan a mi memoria las voces de  aquella tarde, o aquella mañana, de otoño, invierno o primavera,  para recordarme que algunos sueños se cumplen, que a veces la realidad supera a la ficción, la fragilidad de nuestra memoria,   y que a día de hoy, todavía no se si este dios tecnológico llegó para esclavizarnos, o para hacernos más libres.

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