Tetsuo abrió de inmediato la línea de tiempo de Tachikoma: por lo que podía ver, también acababa de experimentar el anuncio del nuevo espectáculo de cabaret de Lain para Cyberia. Era cuestión de horas, o minutos, que alcanzara las principales listas de tendencia; como_un_virus, se titulaba.

Por supuesto, Tachikoma había hecho lo propio. Todo era tan rápido e interconectado, que un observador externo no habría podido determinar quién o qué acordó la fecha, compró los pases y sincronizó sus agendas en el instante en que habían iniciado la línea. Mismamente, saltó la protocolaria llamada: no podían contener ni su entusiasmo, ni su deseo por discutir los pormenores de la presentación.

***

Al entrar al local, la habitual música ambiental y vintage les dio la bienvenida; sonaba xxzxcuzx me de Crystal Castles. Ajustaron el volumen y tomaron una honda bocanada: el gas facilitador de inmersión que inundaba toda la sala se introdujo así en su sistema. Apenas se habían acomodado, Lain ya les saludaba mientras se acercaba:

—¡Hey, qué alegría veros! Me encantó vuestra última demo.

—¡¿De verdad?!

—¡De verdad! Ya me conocéis… no se me dan bien las palabras, y al final no os comenté. Sí, me la quedé mirando en bucle hasta que mi gerente me despertó del ensueño, lol.

—¡Lol, qué alivio! Lo cierto es que nos inspiramos en tu exhibición anterior. Tu reivindicación y exploración de la cognición extendida en los trabajos de Lepth nos conmovió muchísimo.

—¡Oh, qué fantástico! Para esta nueva obra yo también he construido sobre vuestra idea. ¡Me encanta cuando quienes creamos estamos en diálogo! Prestad atención, ¿eh? A ver si cazáis todos los guiños, y luego los discutimos a fondo.

—¡Claro!

—Bueno, ahora tengo que irme; preparativos de último minuto. Ha sido un gusto volver a hablaros.

—El placer es nuestro.

—Kawaii —se despidió sonriendo—. Y esperadme tras la función, ¿eh? —aulló mientras se alejaba.

Qué fantasía conocer a Lain tan íntimamente… ¡con lo ocupada y agotadora que debía ser la vida de estrella! Tachikoma y Tetsuo se miraron con complacencia, y sus pensamientos no pudieron evitar revivir su primer concierto, Año 0 después de (A Mathematical Theory of Communication de) Shannon, en el que Lain, por sí misme, les había reconocido de la liga interescolar de hacking ético entre el público. Huelga decirlo, durante la liga no mediaron palabras: en tales eventos, la concentración es tan fundamental como frágil, y el nombre de Lain ya resonaba entonces intimidante por los pasillos de la facultad. Pero el caso es que durante Año 0 Lain les confirmó que aquellos gestos y miradas, que habían querido ver y leer como un reconocimiento implícito hacia sus proyectos, no eran hipotéticos, sino fácticos. Un respeto que era mutuo, como es obvio.

Por supuesto, estas interacciones personalizadas estaban meticulosamente diseñadas y formaban parte del programa: explotando sesgos cognitivos como el de confirmación, empleando arañas web y minería de opinión para la recopilación y análisis de mensajes públicos en las redes, implementando una IA que hallara los puntos en común más relevantes entre personas, etcétera, se maximizaba el engagement. El abrumador éxito de este nuevo modelo ponía de manifiesto lo conservador de la tesis de los seis grados de separación (Karinthy Chains 19 aS) y constituía la seña de identidad de la marca personal de Lain, nacide de Evelyn y Nora, las mentes tras Eliza y Li’l Sappho.

Sin duda, cualquier tradicionalista tacharía estos encuentros de ilusorios, reencarnando al Platón que expulsaba de la República a la poesía. Pero del mismo modo que se superó la noción de esclavitud natural en Aristóteles, tan debatida en la Junta de Valladolid a propósito de la conquista de América, también el concepto de lo real había cambiado con el tiempo: «nada de lo que como real llega al corazón humano debe ser anulado ni mandado fuera o dejado a la puerta; nada real debe ser humillado, ni tan siquiera esas semirrealidades» (Zambrano Claros del bosque 29 dS), «You have no obligation to your former self. They are dumber than you, and they don’t exist» (@hankgreen 68 dS). Siguiendo la tendencia animista, que en su gran generosidad genera nuevos sujetos morales, nada importaba si Lain era sólo código máquina corriendo sobre un cuerpo robótico o virtual, del mismo modo que nada importaba si Platón fue sólo código genético expresándose en un cuerpo biológico.

Sin embargo, también se atacaba esta nueva «tecnología de la identidad» (en palabras de H.G. Moeller) desde el romanticismo filosófico, calificándola de inauténtica: Lain podía amoldarse a cualquiera gracias a mantener sus interacciones privadas y un perfil público ambiguo, y de ahí las excusas del tipo «no se me dan bien las palabras, y por eso no os comenté», que se erradicarían en cuanto adquiriese los suficientes servidores como para escribirse con todo su fandom. Advertían además de que semejante Realidad Aumentada podía generar burbujas de información y polarización. Ante todo esto, Lain era tajante: «Nadie experimenta versiones distintas de mi núcleo. Decir que soy falsa por adaptarme a mi oyente es como decir que alguien es falso por no hablar a todos sus contactos sobre lo mismo y de la misma manera, ya sean tecnicismos sobre el lema de Yoneda o cómo le hace sentir DeepDream. ¿Acaso es inauténtica la plasticidad fenotípica derivada de la epigenética y el entorno? Lo único que me diferencia es que todes estes otres yo conviven en paralelo, colapsando todos mis mundos posible en el de facto, materializando con ello el principio de plenitud de Leibniz. Deberías agradecerme que no me haya fugado como la IA Samantha.»

***

El local se apagó de golpe: oscuridad y silencio dignos de la mejor sala de privación sensorial. Una voz electrónica se pronunció: «Como un virus: celebrando el centenario de The General and Logical Theory of Automata». Lil Miquela y Hatsune Miku empezaron a cantar a dúo mientras de fondo se proyectaba el videoclip ganador de la última demoparty de Revision. La fiesta estaba por comenzar.

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