Doce y media de la noche. Enciendo mi foco y empiezo a escribir “no tengo nada en la mente, más que escombros de la arena que retoza debajo de mi cama… no me entiendo ni yo mismo ¿Cómo pretendo que me entienda el resto? La respuesta aún no la encuentro…”. Se me ha hecho muy difícil encontrar una forma de continuar escribiendo, los focos cada vez son menos, y mis lápices ya cada vez tienen menos puntas. Cierro el cuaderno y miro a mi derecha, mi reflejo me impacta. Se ve la negrura debajo de mis ojos, ya casi empiezo a ver mi nariz como respingada, corta el aire a mi alrededor. La silla no es cómoda, pero al menos deja descansar mi espalda un poco. Me quedaré unos minutos más antes de partir nuevamente. Un poco de comida saco de mi mochila, repaso mis manos sucias, pero igual las uso para saciar mi hambre. No hay mucha agua por estos lugares tampoco, todo está descuidado, sucio, raído. Oigo un ruido fuera de esta casa. Apago mi foco y me escondo debajo de la mesa. Contengo mi respiración un momento, inhalo y exhalo muy profundamente. El Arrakis entra, no me ve aún, sube por las escaleras a la habitación de arriba. Un grito agudo me hace entornar los ojos, y escucho como un cuello es cortado. La mujer ya no grita más. Mi respiración se agita, cada vez más, me va a encontrar. Debo moverme, pero primero calmo mi respiración. Me acerco a la puerta de vidrio al lado mío, en sigilo, con cuidado de no chocar nada. Otro grito retumba en la casa, pero es seguido de un golpe seco. Una joven baja las escaleras, me ve. Me dice que el Arrakis ha caído, y que tenemos solo 2 minutos hasta que hayamos perdido la ventaja. Me hace seguirla fuera de la casa y la lluvia amortigua nuestros pasos. En la casa de a lado no se oye nada. Nos metemos allí. Ya han pasado los 2 minutos de ventaja. Las cuchillas de los Arrakis chirrían a lo lejos, reconozco que vienen 3 esta vez. No tendremos muchas chances si nos encuentran. Del cuarto contiguo, oímos golpes, ¡¡son clave morse!! Nos llaman. Sigilosamente salimos de la habitación, mientras escuchamos la bulla de la casa de al lado, los Arrakis la están saqueando completamente. Al entrar en la habitación contigua, nos golpean y nos hacen perder el conocimiento.

Al despertar, estamos en una habitación roja, sin luces de ningún tipo, y con libros y cuadernos en las manos de las 6 personas que se encuentran con nosotros allí. La chica que me golpeó, tiene mi cuaderno con ella, me mira fijamente, para decirme que estas líneas “las polillas se arremolinan en la luz, se vuelven torpes, se relajan y quedan indefensas ante la mano humana. Para vencer a este Dios tecnológico que nos aterra tanto, solo debemos encontrar la miel que los atraiga hacia una muerte segura, pero como hacerlo, como saber que los atrae tanto, como saber que los relaja: el control, creen tener control sobre nosotros, y en parte tienen razón. Creíamos en un principio que controlábamos las máquinas, que nos servían. Pero nunca nos dimos cuenta que habíamos creado un monstruo más grande que nosotros” resumían muy bien lo que hicimos mal, dotar a estas inteligencias de las fórmulas para poder controlarnos a su antojo.

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